Ronald Weinland

FAMILIA: SALIENDO DE LA ESCLAVITUD – 3° PARTE

Cuando comenzamos a abordar este tema, hablamos del hecho de que “el dolor que las mujeres sufren al dar a luz poco tiene que ver con las maldiciones que vinieron sobre Adán y Eva, después que pecaron”. El dolor de parto abarca sólo una pequeña parte de todo el “dolor” que una mujer sufre en su vida.

Consideremos, por ejemplo, una mujer que tuvo cuatro hijos y que pasó por, digamos, 12 horas de “dolores de parto” en cada alumbramiento, y luego, comparemos estas 12 horas de dolor con los 70 años de vida física que Dios ha asignado a la humanidad. Claro que el dolor de parto puede ser muy intenso, pero es algo bastante breve, si comparado con el sufrimiento por lo que uno pasa durante toda su vida.

Partiendo del ejemplo de una vida física de 70 años, la experiencia real del dolor de parto constituiría una fracción correspondiente a menos que el 0,001% de la vida de una mujer. Dicho de otra manera, este sufrimiento duraría sólo 2 días de sus 25.550 días de vida. Se puede decir que la experiencia del dolor de parto, durante la vida física de la mujer, es tan insignificante en la vida humana como lo son los 70 años de la vida humana, si comparados con la vida eterna en la Familia de Dios. Aunque realmente no hay manera de comparar algo tan efímero con la vida eterna, el punto de comparación debe sonar como algo justo, en el sentido de que esos momentos de sufrimiento, si comparados con todo el sufrimiento que experimentamos a lo largo de nuestra vida, en realidad no son una gran preocupación en la vida de uno.

Desde el punto de vista de muchos, la “experiencia” de estar embarazada y luego dar a luz, teniendo que pasar por un “corto” momento de dolor, no es algo que pueda ser visto como una “maldición”, ¡sino todo lo contrario! Traer un niño al mundo se considera una gran bendición en la vida. El deseo de formar una familia, y tener hijos en esa familia (si la pareja así lo desea), a menudo implica mucha planificación, una emocionada anticipación, y una gran alegría. Una vez que una mujer pasa por “ese momento de dolor” en el parto, una gran emoción y felicidad se adueñan de la vida de uno, por el nacimiento de su propio hijo. Es una experiencia única e increíblemente milagrosa en la vida humana. Y que de modo alguno debe ser vista como algo que tenga cualquier relación con una maldición.

Curación
Aunque la experiencia del dolor físico en la vida humana pueda ser muy desagradable, el dolor real del sufrimiento en la mente humana puede ser mucho peor. El sufrimiento, mental y emocional, tiene una gran variedad de causas, las cuales son las consecuencias del pecado y de la maldición que la humanidad ha traído sobre sí misma. Muchas de ellas son simplemente pasadas de generación a generación, o incluso son el resultado de la degeneración genética, transmitida a través de los genes, como resultado de maldiciones y pecados.

Si bien un poco sumaria, la siguiente lista muestra la profundidad de las causas y efectos del sufrimiento humano y de las malas experiencias en la vida, que causan tanto sufrimiento (mental, emocional y físico): la traición, las peleas, los celos, la envidia, la pérdida de seres queridos, el abuso sexual, el abuso verbal, las discusiones, las falsas acusaciones, el racismo, el robo, un sinnúmero de enfermedades, el engaño, el adulterio, la fornicación, el SIDA, la ira, el cáncer, los problemas y dificultades financieros, la obesidad, los alimentos empobrecidos y contaminados, los innumerables aditivos y productos químicos en los alimentos, el endeudamiento, el divorcio, el desempleo, los ambientes de trabajo hostiles, la opresión, los homicidios, los hurtos, la guerra, el chisme, la adicción a los juegos de azar, los gobiernos opresores, la corrupción en el gobierno y en los negocios, las falsas acusaciones, las difamaciones, las presiones diarias y el estrés de la vida , los blogueros mentirosos, la deslealtad, los malos relacionamientos, la drogadicción, el alcoholismo, la agresión en el tráfico, el terrorismo, la pornografía, la codicia, el uso indebido de la Internet, la malnutrición, las deformidades, la intimidación, el control, el miedo, las fobias, la maldad, etc., etc.

¿Cuánto de todo eso ha sido parte, o gran parte, de su experiencia en la vida? Parece que no hay fin a las causas del sufrimiento humano, que abarca gran parte de la vida. La vida está llena de maldiciones reales, especialmente en esta era de la tecnología, donde el pecado se multiplica tan fácilmente.

Hay un sinnúmero de sufrimientos que pueden ocupar gran parte de la experiencia de uno en la vida humana. Eso puede ser algo muy adverso e intenso, afectando de tal manera el bienestar de uno, e influenciando de una manera tan negativa su salud física, que puede conducir a una mayor susceptibilidad a las enfermedades, deficiencias de los sistemas inmunológico y circulatorio, problemas cardíacos, problemas digestivos, trastornos mentales, abuso de alcohol y de drogas (que a su vez provoca trastornos físicos), etc. El sufrimiento mental y emocional interfiere en el estado de buen funcionamiento y equilibrada armonía en el que Dios ha creado el cuerpo humano. La “forma en que uno piensa”, afecta, literalmente, el estado de nuestra salud.

Hasta ahora sólo hemos rascado la superficie de todo lo que podemos aprender de lo sucedido con Adán y Eva, en el principio. Es importante que nos profundicemos en este relato del primer pecado en la vida humana. El pecado “contamina” la forma en que pensamos. Es una cuestión espiritual. Al igual que cuando Lucifer pecó y Dios le dijo que él, en esencia, había destruido (pervertido, contaminado) su propia preciosa mente, que Dios le había dado cuando fue creado. Como una enfermedad física, el pecado enferma la mente y se extiende de forma adversa en la vida de uno, produciendo maldiciones, mediante la “manera” en que uno piensa, y luego vive la vida, según esa manera equivocada de pensar. Sólo cuando Dios “llama” a alguien a Su Iglesia, esta persona puede empezar a “salir” del pecado – salir de la esclavitud de Egipto espiritual.

De hecho, el proceso de curación de la mente empieza cuando Dios comienza a transformar la mente, al sacar a una persona del pecado. Dios habla de esta curación de diferentes maneras. Pero hay unos versículos en las Escrituras que definen muy bien este proceso:

“He (el Eterno) visto sus caminos (la humanidad llena de orgullo, cuyos caminos no son los caminos de Dios); pero le sanaré (la mente del hombre tiene que empezar a ser sanada para que desarrolle la manera correcta de pensar); y le pastorearé (por los caminos correctos), y le daré consuelo a él y a sus enlutados (el plan de Dios es sanar la mente con el fin de producir bendiciones – comodidades – en la vida, y eliminar el sufrimiento y el duelo, producidos por el pecado – las maldiciones); produciré fruto de labios (la transformación, la creación de Dios, ELOHIM, produce frutos buenos – bendiciones – que se reflejan en todo lo que uno habla con sus labios, que en realidad revela lo que uno piensa): ¡Paz, paz al que está lejos (a los que serán llamados más adelante, especialmente en el período del Gran Trono Blanco) y al cercano (los que ya han sido llamados, y con quienes Dios está trabajando ahora)! Y lo sanaré – dice el Señor. Pero los impíos son como el mar en tempestad que no puede estarse quieto, (el pecado nunca satisface, sino que conduce a una mayor lujuria y a más pecados, y nunca trae nada bueno pero solamente inquietud), cuyas olas arrojan fango y lodo (los que viven en pecado no pueden tener la verdadera paz y las bendiciones de la vida, pero amontonan más pecados y inmundicia en la vida). No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos (para aquellos que viven a su manera – en el pecado)” (Isaías 57:18-21).

El pecado engendra más pecado y produce más sufrimiento y dolor en la vida. Satanás pecó y influenció a Eva a volverse en contra de Dios y Le desobedecer. Eva pecó y influenció a Adán para que también pecara. La elección por el pecado trajo aún más pecados a su mente. Sólo Dios puede revertir en la mente del ser humano este canceroso estado espiritual de pensar de modo equivocado. Lamentablemente, las personas se acostumbran al sufrimiento en la vida humana, como si fuera algo “normal”. Pero eso no es normal y no es lo que Dios desea para la vida humana. El deseo de Dios es el camino que produce la paz – la Jerusalén espiritual.

Dios revela la clase de maldiciones que resultan del pecado – que resultan de la desobediencia a Sus caminos. También revela la clase de bendiciones que resultan de la obediencia. Ambas son opuestas entre sí, como lo bueno lo es de lo malo, o como la justicia lo es de la iniquidad.

Gran parte de las maldiciones que han venido sobre la humanidad son la consecuencia directa de la desobediencia a las leyes vigentes en la vida. Sin embargo, hay maldiciones que son el resultado de la intervención de Dios y del castigo directo por la abundancia del pecado. De la misma manera, hay bendiciones en la vida que son el resultado de la obediencia a las leyes de Dios (incluso cuando las personas son ignorantes respeto a esas leyes, pero “viven” algo que está de acuerdo o en unidad con Dios). Y también hay las bendiciones que resultan de la intervención directa de Dios en la vida de Su pueblo, cuando han recibido algún favor “especial” de Su parte. Las bendiciones derramadas sobre las naciones dispersas de Israel, en los últimos siglos, son el resultado de las promesas que Dios hizo a aquellos que recibieron Sus favores especiales (Abraham, Isaac, Jacob y José), como parte de Su propósito, que debería ser cumplido antes que Su Reino sea establecido. Estas naciones no recibieron esas bendiciones porque hayan hecho algo “bueno”, que está de acuerdo con Dios.

Lo principal en todo esto es que hay bendiciones y hay maldiciones que son cosechadas en la vida de uno, dependiendo de cómo las personas eligen vivir la vida. Hay leyes vigentes que producen resultados específicos, que provienen de la forma de pensar, y consecuentemente de la manera cómo uno elige vivir. Luego también hay bendiciones y maldiciones que vienen por la intervención directa de Dios en la vida de las personas.

El Pecado contamina la Mente
Como he dicho anteriormente, el pecado contamina la mente y se extiende como una enfermedad por toda la “vida”. Pero, ¿qué pasó después que Adán y Eva pecaron?

Cualquiera que en los días de hoy intenta abordar este asunto, no lo examina con detenimiento y tampoco considera la profundidad de la cuestión de las consecuencias del pecado. Además, cuando se considera lo que Dios ha dicho a Eva después de que ella pecó, la narración generalmente es más bien vista como algo de naturaleza “física”. En realidad, el ser humano no puede hacer nada más que centrarse en tales cosas desde un punto de vista “físico”. No puede ver lo que es espiritual. Así que, cuando llega a la parte de la narración donde se relata lo que Dios dijo a la mujer, lo lleva a un plano físico y cree que Dios está hablando de las molestias y dolores físicos que la mujer siente en el parto. Pero este relato va mucho más allá de esa forma “limitada” de pensar.

Esta incapacidad para “ver” lo que es espiritual es similar al ejemplo, al cual me refiero a menudo, de cuando Cristo estaba hablando con la mujer en el pozo. Cristo estaba ofreciendo darle del agua de la vida, pero ella sólo podía ver eso como algo físico, y pensaba en las ventajas que tendría en no tener que volver al pozo cada día para sacar agua.

En este relato del primer pecado de la humanidad, hay otro asunto que primero ha sido abordado, antes de que Dios pronunciase las maldiciones, que vinieron sobre la humanidad como resultado de su pecado. Es algo relacionado con lo que pasó en su mente – en su pensamiento – después que habían pecado. Tan pronto como habían pecado, inmediatamente algo pasó en sus mentes. Al pecar, habían contaminado, dañado y corrompido a la preciosa mente que Dios les había dado al crearles.

Inmediatamente después de mencionar que tomaron del fruto prohibido y comieron de él, se menciona lo que pasó con ellos – el resultado del pecado:

“En ese instante se les abrieron los ojos a los dos …” (Génesis 3:7). Ellos “vieron” algo diferente “del camino” que Dios les había creado para ver – en conformidad con Él. Comenzaron a “ver” a su “propia manera”, que es diferente de la manera de Dios. Su mente estaba enferma y contaminada, ya que se había apartado de Dios. ¿Qué pasó después? “En ese instante se les abrieron los ojos a los dos, y se dieron cuenta (comenzaron a creer algo diferente) de que estaban desnudos, y cosieron hojas de higuera y se cubrieron con ellas” (Génesis 3:7).

El resultado del primer pecado fue que su mente se distorsionó y se volvió cada vez más egoísta. El pecado les inculcó un sentimiento de vergüenza y desconcierto. Es bueno tener en cuenta la definición que el diccionario nos da de algunas de las palabras usadas aquí, que ayudan a aclarar esta condición.

Desconcierto: perplejidad, confusión o descompostura de la mente.

Perplejidad: un estado mental confuso o perturbado.

Vergüenza: una emoción dolorosa (adversa) causada por la conciencia de culpa, deficiencia o anomalía en el comportamiento.

Estas palabras ayudan a aclarar la realidad de aquello que se experimenta en la mente. Es el resultado o efecto del pecado en la mente. Ellas explican muy bien lo que sucede a una mente que se compromete con el pecado. Sin embargo, al ser humano no le gusta experimentar tales emociones o sentimientos, y así, la tendencia carnal del hombre es la de distanciarse de Dios – esconderse de Dios. Otra solución perversa de la humanidad es sumergirse más profundamente en el pecado, y repetirlo una y otra vez, intentando sofocar esta conciencia de la maldad, o aumentar la capacidad de ignorar este tipo de reacción. Es de esta manera que la humanidad, en realidad, insensibiliza su pensamiento – su mente. Pablo habla claramente de esto: “…de hipócritas y mentirosos, cuya conciencia está cauterizada” (1 Timoteo 4:2.). Esta palabra “cauterizada” en el idioma griego significa paralizar (restañar), en el sentido de tornar algo insensible.

¿Desnudos por qué?
Inmediatamente después de que ellos pecaron, la mente de Adán y Eva reaccionó de una manera que parece ser bastante sorprendente. Ellos se dieron cuenta de que estaban desnudos. Pero antes de que hubiesen pecado estaban desnudos – eso es, no tenían nada que cubriese sus cuerpos. Entonces, ¿Qué ha cambiado en su forma de pensar (mente)? y ¿Por qué han tenido esta reacción, de darse cuenta de que no tenían nada que les cubriese sus cuerpos? Más explícitamente: ¿Qué trataban de encubrir? y ¿De quién?

No estaban preocupados con lo que Satanás podría pensar, sino con lo que Dios, su Creador, iba a pensar. Ellos sabían que Lo habían desobedecido. Ellos sabían que Él les había dicho para no comer del árbol prohibido. La vergüenza y el desconcierto por haber pecado, y por tener que posiblemente hacer frente a eso delante de Dios, es algo a lo que la naturaleza humana reacciona de manera muy previsible y esperada. Esto es muy similar a cómo los niños reaccionan a los padres, cuando saben que han hecho algo malo. Su reacción es entonces ocultarse, o tratar de ocultar lo que realmente han hecho. Esto es algo muy normal en la reacción carnal.

Sin embargo, siendo este el primer pecado en una mente que ha sido creada pura, su impacto ha sido muy grande. Adán y Eva no tenían la experiencia de haber empezado la vida como bebés, pero han empezado a vivir en la edad adulta, y sus mentes eran puras y no corruptas. Ellos no han tenido las experiencias de la infancia y de la adolescencia, y no habían “aprendido” a ignorar la conciencia (malas acciones) con el fin de complacer a si mismos y seguir sus propios caminos. Para Adán y Eva la primera experiencia carnal en el pecado ha perturbado y confundido de tal manera su reacción emocional y mental (ha traído tan gran desorden a su forma de pensar), que acudieron a la cosa que más perturba a la mente humana, en la manera en que Dios creó al hombre y la mujer. En efecto, es una cuestión de sexo.

[Continuaremos la próxima semana con la cuarta parte]