Ronald Weinland

LA VERDADERA COMUNIÓN – 12° PARTE

Ahora hemos completado el círculo en esta serie de entradas, cuyo objetivo es abordar más a fondo los asuntos de juicio relacionados con el discernir de las diferencias entre los que no tienen “comunión espiritual” con Dios ahora.

Dios ha estado revelando una comprensión más clara de lo que implica la verdadera comunión con Él. Esto también ha magnificado la instrucción que establece cómo alguien puede adorar a Dios (tener una verdadera relación con Él); o cómo alguien no puede tener una relación así, en absoluto. Porque claramente se afirma que: “Dios es espíritu”, y quienes lo adoran, deben hacerlo “en espíritu y en verdad.” (Juan 4:24).

Esta última área, que ahora abordaremos, es un área sobre la cual siempre ha habido mucha confusión entre los miembros de la Iglesia. Se trata de cómo juzgar, y luego, cómo actuar con base en tales juicio sobre aquellos que no hacen parte de la comunión de la Iglesia. Esta última sección contestará muchas de las preguntas que se refieren a este tema.

Al igual que en la última entrada, donde hicimos una categorización de aquellos cuyas mentes se quedan “fijadas en contra de Dios”, hemos hecho una categorización aquí, en el comienzo, de aquellos que no tienen una “comunión espiritual” con Dios ahora. Más adelante explicaremos con más detalle cada una de estas categorías, a medida que avancemos más en este tema. Debemos aprender a discernir mejor estas diferencias, mediante un “juicio claro”, y luego “actuar” más sabiamente, con base en tal comprensión. Dentro de esta categoría, de los que no tienen una “comunión espiritual” con Dios en este momento, hay dos grupos principales de personas:

1. Los que “no han sido llamados” y que:
a) son muy indulgentes y viven una vida inmoral y perversa
b) están entre la mayoría de las personas que son “del mundo”, viviendo vidas físicas normales
c) están en contra de la Iglesia de Dios

2. Los que “sí han sido llamados” y que:
a) han sido excluidos de la comunión, pero no demuestran explícitamente su rencor hacia la Iglesia de Dios
b) han sido excluidos de la comunión, y demuestran explícitamente su rencor hacia la Iglesia de Dios
c) se dispersaron después de la apostasía, pero no han sido excluidos formalmente de la comunión de la verdadera Iglesia de Dios.

Juzgar con Justicia
A medida que avanzamos en esta ultima sección, algunos serán “puestos a prueba” en la forma en cómo ellos quizás tendrán que hacer algunos ajustes en sus relaciones y/o en la forma en que ellos las ven. Dios nos está ayudando a purificar más plenamente nuestro pensamiento, en lo que se refiere a las relaciones, sobre todo en la manera de juzgar más cabalmente estas relaciones.

El Reino de Dios pronto será establecido en esta tierra, y algunos de estos parámetros van a ser cambiados cuando esto empiece. Por ejemplo, el primer grupo, los que “no han sido llamados”, empezará a cambiar entonces, porque muchos tendrán la oportunidad se ser llamados en el Milenio. Pero en todo esto, Dios nos está enseñando mucho sobre el proceso de adquirir una capacidad más sólida para “juzgar con justicia”.

A veces, en el comienzo del llamado de uno, uno puede tener dificultades con algunas de las cosas que Cristo ha dicho acerca de juzgar. Aunque Él haya hecho declaraciones tales como: “No juzguéis, para que no seáis juzgados”, Él también afirmó: “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justicia”. En todos estos casos, Cristo está advirtiendo que no debemos juzgar según el juicio humano normal, que está basado en las emociones, en el orgullo, en los prejuicios, en el egoísmo, etc.; sino que debemos juzgar con base en la palabra de Dios, y según los caminos de Dios (Su propósito, Su plan, Su voluntad).

Cristo dijo: “Vosotros juzgáis según la carne (según la naturaleza humana); Yo, en cambio, no juzgo a nadie (en el contexto de juzgar según la carne). Y si lo hago, mis juicios son válidos porque no los emito por mi cuenta (no confiando en Sí mismo) sino en unidad con el Padre que me envió.” (Juan 8:15-16). Él estaba mostrando que el juicio justo debe proceder de Dios, y debe ser inspirado por Dios (a través de Su espíritu santo). Esto también está en conformidad con la declaración que Cristo hizo: “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justicia (cuya fuente es Dios).” (Juan 7:24).

Y una vez que somos capaces de juzgar de tal manera, entonces nosotros, y sólo nosotros, debemos elegir si vamos a vivir de acuerdo con tal juicio. Esta es la diferencia entre vivir según (o de acuerdo con) “nuestra propia voluntad”, o elegir vivir según “la voluntad de Dios”. Nuestro sacrificio del Pésaj ha dicho de una manera muy hermosa que: “Yo no puedo hacer nada por mí mismo. Yo juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco hacer mi voluntad, (no vivir según Su propia voluntad), sino hacer la voluntad del que me envió.” (Juan 5:30)

La clave de la diferencia entre vivir nuestras vidas a nuestra manera, o a la manera de Dios, especialmente en todas nuestras relaciones, es algo que ha sido dicho al principio de esta serie de entradas.

En la 1ª Parte, en la sección titulada “Dios es lo Primero”, han sido escritas las siguientes declaraciones (el texto que está entre comillas):

“Las relaciones revelan el corazón, el deseo y las “verdaderas” convicciones de una persona que ha entrado a formar parte del Cuerpo de Cristo. Jesús Cristo ha enfatizado claramente la importancia de que Dios esté en primer lugar en la vida de una persona, por encima de todas las demás relaciones, “si” una persona desea permanecer “en” verdadera comunión con Dios.”

“Si alguno viene a mí (a través del Cuerpo de Cristo) y no me ama más (esto es a menudo traducido como ‘aborrecer’ – pero el significado y el contexto es ‘amar más que’) que a su padre, a su madre, a su esposa (o esposo), a sus hijos, a sus hermanos, y a sus hermanas, y aun más que a sí mismo, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14:26).”

“Cristo está diciendo claramente que si queremos estar en una verdadera relación, y en continua comunión con Él y con Dios, Dios debe ser siempre lo primero en todos los asuntos de la vida; hasta mismo por encima de los lazos más cercanos de las relaciones humanas.”

Antes de seguir, hay que señalar que con mucha frecuencia la debilidad espiritual de algunas personas, y las dificultades que ellas mismas se infligen en sus relaciones más cercanas, vienen del hecho de que ellas no “se mantienen firmes (no lo viven, no lo aplican en su vida) en el principio” de que Dios es realmente lo primero en sus vidas. A menudo hay dudas, ceguera, y completa negligencia en poner a Dios realmente en primer lugar, por delante de sus “seres queridos”. La pregunta que entonces debemos hacernos es: “¿A quién de veras amamos más (en primer lugar)?”

Juicio básico
En esta serie de entradas, la grandeza, el privilegio, la seriedad, y el humilde honor de poder estar en verdadera comunión con el Dios Eterno, con Su Hijo, y con Su Iglesia, han sido magnificados para aquellos que están en la Iglesia de Dios. En este último segmento, nos estamos centrando en aprender a juzgar mejor nuestras relaciones con aquellos que ahora no tienen una relación con Dios.

Con el propósito de volver nuestra atención a una manera sólida de ejercer un juicio básico, hemos hecho una lista por categorías de las personas que no tienen una relación con Dios. Esto es porque la naturaleza humana tiende a juzgar “según la carne” – según “yo” (el “yo” de cada uno) lo veo. Aunque acabamos de hablar de ello, esto tenía que ser enfatizado nuevamente de esta manera. La razón para esto es porque para que podamos juzgar con justicia hace falta que alejemos totalmente nuestra atención de cómo “nosotros” instintivamente vemos algo (según la naturaleza humana), y que volvamos nuestra atención a cómo Dios nos dice que debemos “ver” algo, que es de una manera espiritualmente sana.

El proceso para tal juicio en relación a aquellos que ahora no tienen una relación activa con Dios, que nos es mostrado aquí, es bastante básico. Los dividimos primero en dos categorías básicas: “los que no han sido llamados” y “los que sí han sido llamados”. Nuestra capacidad de juzgar estos asuntos tiene un impacto directo en nuestra relación con Dios.

Este es verdaderamente un punto sencillo donde empezar. Pero una vez más, aunque esto sea simple, esto sirve para alejar nuestra atención de juzgar “según la carne” (según el razonamiento carnal), para que nos centremos en ver tales cuestiones a la luz de las relaciones “de los demás” con Dios, con Su plan, y con Su propósito para la vida humana.

Los que no han sido llamados
La primera área de atención se centra en aquellos que no han sido llamados por Dios. En este grupo, hay tres subgrupos básicos de personas que deben ser considerados. Dentro de esto hay algunas cosas que Dios está revelando, corrigiendo, y clarificando, sobre el entendimiento que teníamos en el pasado; y esto nos ayudará a aclarar muchas de nuestras relaciones pasadas y presentes.

La primera área que se muestra aquí no es muy difícil de juzgar, y, obviamente, el pueblo de Dios no debe involucrarse en cualquier tipo de “relación” con esas personas. Esto se refiere a los que son muy indulgentes y viven una vida inmoral y perversa; aquellos que viven abiertamente de manera perversa. Y la Biblia advierte que el pueblo de Dios no debe mezclarse en ambientes inmorales y en relaciones con cualquier persona que viva una vida perversa. Hay muchos pasajes en las Escrituras que hablan sobre esto; así que, no hay necesidad de abordar este tema con más detalle aquí.

El segundo grupo de personas es para muchos a menudo más difícil de juzgar, en lo que se refiere a la clase de relación que tenemos con ellas. La mayor parte de este grupo es formada por los que viven en el mundo “occidental” que nos rodea, personas a las que vemos y con quien tenemos contacto en el día a día. Es un grupo que nosotros simplemente vemos como “normal”, en el mundo y que es del mundo. Este es el mismo grupo al cual la mayoría de nosotros pertenecía, hasta que Dios nos ha llamado a salir del mundo. Son las personas que hacen parte de este grupo que nosotros tan ansiosamente esperamos que sean llamadas por Dios. Y nosotros esperamos que muchos dentro de este grupo tengan la oportunidad de vivir en el Milenio, y que puedan aprender, y vivir una vida plena y feliz .

Este también es el grupo de personas a quienes nosotros a veces podemos tratar con impaciencia, ya que nuestra tendencia puede ser “esperar” más de estas personas, y de la forma en que somos tratados por ellas. Sin embargo, lo más importante es tener en cuenta que ellos todavía no han sido llamados, y que “seguirán siendo como son”, hasta que puedan empezar a ser transformados en algo diferente. Por lo tanto, siempre debemos tratarlos de una manera correcta, con paciencia y comprensión, porque nosotros ya hemos sido bendecidos en ser llamados ahora. Así que, en muchos sentidos, es en relación a este grupo de personas que más se requiere de nosotros – en la manera en que ejercemos el amor de Dios hacia ellos y que no “esperemos” algo de ellos que ellos aún no son capaces de darnos.

Antes de dar algunos ejemplos concretos, que son más “comunes”, sobre aquello que algunos tienen dificultades para juzgar, debemos mencionar el tercer grupo de la categoría de “los que no han sido llamados”. La razón es que el grupo de personas formado por “los que están en contra de la Iglesia de Dios”, (1c), es uno de los principales “factores decisivos” para el juicio de los que “están en el mundo” y que todavía no han sido llamados a salir de él.

Ambos grupos, 1a y 1c, son formados por personas que, por naturaleza, son “enemigas de Dios” (Romanos 8:7). La mayoría de estas personas no sabe nada sobre la Iglesia de Dios. Algunas de las personas que usted conoce pueden saber algunas cosas básicas sobre lo que usted cree. Pueden saber que usted guarda el Sabbat en el séptimo día (sábado), saber que hay alimentos que usted no consume, o que usted no celebra las navidades o la pascua. Pero ninguna de estas personas está “de acuerdo” con lo que usted cree (Romanos 8:7), y sin duda tampoco quiere esto como forma de vida.

Sin embargo, puede haber grandes diferencias en cómo estas personas reaccionan a usted, a su creencia, y/o a la Iglesia (a las personas que están en ella). Aunque todos los que están en el mundo, que no han sido llamados, están simplemente en “contra” de Dios, hay muchos que son tolerantes con lo que creemos, mismo que no estén de acuerdo con la Iglesia y con sus enseñanzas, porque no lo pueden hacer. A muchos, usted simplemente les gusta como persona, porque les gusta las cualidades que ven en usted, les gusta la forma en que usted vive y les gusta cómo usted les trata. Esto se aplica a la mayor parte de los que son simplemente “del mundo” (1b), y es a ellos que nosotros podemos acercarnos, y con quienes podemos tener algún tipo de relación y amistad. Esto si hablamos en el contexto de las relaciones humanas físicas (amistades), que pueden ser gratificantes y significativas, pero que obviamente carecen del efecto añadido, del nivel “espiritual”, de la relación que esperamos tener con ellos en el futuro.

Permanecer Firme en Dios
Esto es similar a cómo Jesús Cristo se relacionó con el mundo que le rodeaba. Las demás personas que estaban a su alrededor en aquel entonces no tenían el espíritu de Dios habitando “en” ellas, con la excepción de Juan el Bautista. Estas relaciones fueron más una cuestión de cómo el propio Jesús trataba a los demás, al igual que nosotros deberíamos hacer. Sin embargo, habían muchos que estaban explícitamente en contra Él, y de lo que Él creía y enseñaba. Él no se esforzó para construir una relación con estas personas, pero se mantuvo firme en su “posición”, a favor de Dios y de la verdad. Él no se esforzó por hacer las paces con ellas, porque estas personas estaban claramente en contra de Su Padre, de Él mismo, y de la verdad; y no tenían el deseo de tener ninguna “paz” con Él.

Jesús Cristo dijo algo que en realidad es totalmente contrario a lo que muchos en el cristianismo tradicional creen: “¿Creéis que vine a traer paz a la tierra? ¡Os digo que no, sino división!” (Lucas 12:51). Esto se dice en el contexto de las relaciones humanas cercanas, porque cuando alguien es llamado, aquellos con quienes uno tiene una estrecha relación ya no estarán tan cerca, y manifestarán su explicito desacuerdo; y esto trae antes división que paz. Cuando estas cosas pasan, el pueblo de Dios es puesto a prueba en cuanto a su verdadera posición, en cuanto a su fidelidad, su convicción, y en cuanto a su elección de poner a Dios en primer lugar en su vida.

Jesús Cristo “tenía los pies sobre la tierra”, como dice la expresión. En ningún momento Él se mostró superior a nadie, o demostró cualquier orgullo o soberbia; pero ha demostrado un comportamiento humilde, atento, amable y abierto – en todas las facetas de la vida – hacia los que le rodeaban. Y este es el ejemplo de cómo debemos portarnos en nuestras relaciones con el mundo que nos rodea.

Nosotros también debemos permanecer firmes en Dios; Dios debe ser siempre claramente lo primero en nuestra vida. Con aquellos que respondan de manera amistosa (en el mundo) a “lo que somos”, sin querer que cambiemos, y sin intentar “cambiarnos”, nosotros podemos construir relaciones y amistades significativas, productivas y gratificantes. Sin embargo, esto no se puede comparar a la grandeza y propósito que hay en una comunión “espiritual”, pero en un momento futuro esto también podrá ser añadido a estas relaciones.

Gran parte de esto tiene que ver sobretodo con el deseo y con la esperanza futura que nosotros tenemos en lo tocante a las relaciones dentro de nuestra familia física. Aunque el hecho de que una persona esté “en” la Iglesia de Dios (junto con su esposo y esposa, o con otros miembros de la familia), no significa que uno tenga automáticamente un matrimonio feliz y/o una vida familiar feliz. Porque uno debe “vivir” según los caminos de vida de Dios, a fin de lograr este tipo de plenitud y riqueza en la vida. Francamente, yo he conocido a algunos matrimonios y familias en las que sólo una persona ha sido llamada, donde las personas eran más cercanas, más solidarias y más felices que en algunos matrimonios y familias en las que ambos cónyuges y/o toda la familia hacía parte de la Iglesia de Dios, y tenía acceso al espíritu de Dios, lo que les daba una mucho mayor posibilidad de tener tal plenitud y felicidad en la vida.

Algunas cuestiones sobre las relaciones pueden venir a ser más difíciles de juzgar cuando uno está más emocionalmente involucrado en la relación matrimonial, o en la relación entre padre e hijo, hijo y padre, hermanos, o en otras relaciones cercanas. Esto puede ser muy difícil debido a las relaciones personales y a los lazos que existen en el matrimonio, la familia, y/o amistades cercanas. Pero lo más importante en todas estas consideraciones es el hecho de que Dios debe ser siempre lo primero – que por encima de todo uno se mantenga firme “en Dios”.

Sería bueno en este momento repetir algo de lo que fue escrito en el comienzo de esta serie de entradas, bajo el título “el Segundo Mandamiento”.

“Cuando antes hemos hablado sobre el Primer Mandamiento, hemos dicho que: “Dios nos está diciendo que nadie debe colocar cualquier otra relación (comunión) “por delante de” Él y de Su propósito en ELOHIM. Él está diciendo que cuando uno hace esto, esta persona está colocando alguna otra familia (la comunión, relación, amistad) en contra de Él y en contra de Su propósito en ELOHIM – uno está teniendo “otros dioses” delante de Él – alguna otra familia de dioses (otro elohim).”

“Uno de los actos más atroces de idolatría que uno puede cometer es “poner” a cualquier otra relación (familia, comunión) por encima de aquello a lo que Dios nos ha llamado – Su Familia ELOHIM – que presentemente se encuentra en Su Iglesia engendrada. De hecho, ¡la Iglesia de Dios es una Familia!”

Los que están Contra la Iglesia de Dios
Una de las situaciones donde a menudo es más necesario, y sin embargo donde es más difícil, que uno se mantenga firme en Dios, es la situación donde el cónyuge de uno, u otro miembro cercano de la familia, (que no ha sido llamado) asume una postura contra la Iglesia de Dios (en contra de los miembros de la Iglesia y/o de las creencias). En tal situación, la única respuesta y la única actitud que uno debe tener, es dejar bien claro que Dios y Su Iglesia son lo primero en su vida, ¡y que esto no va a cambiar!

O bien la persona que expresa su desprecio hacia Dios (hacia la verdad, hacia la Iglesia de Dios, hacia uno mismo como miembro de la Iglesia, etc.), deja de hacerlo, y se compromete a amar a uno y aceptar a uno “como es”, o no lo hace. Si estas personas no le aceptan por lo que usted es, y si no quieren a usted cómo usted es, entonces ellas seguirán con sus ataques (su ira, su desprecio, su rencor), en su contra, y en contra de la Iglesia. Eso es algo que no va a cambiar a menos que estas personas cambien hacia usted. Y si ellas no cambian, entonces, ¿qué tipo de relación puede existir, y qué tipo de relación puede ser construida, sobre algo así? Si ellos quieren a usted por lo que usted es, entonces ellos respetarán a usted, serán amables con usted, y disfrutaran de su compañía, aunque no estén de acuerdo con lo que usted cree.

¿Puede existir paz significativa y duradera donde hay tal división? Hay una verdad simple, una declaración clara que Jesús hizo sobre la estructura básica de la familia, que también se aplica a la estructura de un reino. “Y si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer.” (Marcos 3:25). No puede existir paz en un hogar dividido – sólo puede existir compromiso. El compromiso sólo puede llevar a la persona que es llamada a distanciarse de la tan necesaria comunión con Dios y con Su pueblo. En tales casos, donde hay un compromiso, la tendencia de las persona que es llamada es separarse de Dios (de Su Iglesia y de Su pueblo) con el fin de apaciguar a alguien que está “en contra de Dios”. En tal caso, Dios no está siendo colocado en primer lugar, y muchas veces esta persona está en realidad desobedeciendo directa y abiertamente el Primer y el Segundo Mandamiento.

Dios da fuerza, favor, y ayuda directa a los que crecen en el aprendizaje de cómo poner a Él en primer lugar en su vida. Cada persona debe discernir, juzgar y elegir cómo esto se cumplirá en su vida.

Principios que Han Sido Mal Entendidos
Hay algunos hechos incómodos, inquietantes, embarazosos, y a veces muy difíciles, en las relaciones que a menudo se desarrollan en el entorno de la Iglesia cuando alguien es llamado a una relación con Dios. Estas cosas a menudo han demostrado ser muy difíciles de manejar, para los que son llamados.

Pablo ha abordado algunas de las cuestiones más difíciles que pueden surgir. Estas cuestiones no han sido plenamente comprendidas dentro de la Iglesia. Sin embargo, Dios ahora nos está mostrando esto con una mayor claridad. La primera cuestión se refiere a una de las más cercanas relaciones que Dios ha concedido al ser humano poder experimentar. Se trata del matrimonio. No obstante, la lección aprendida de esta primera cuestión también puede ser aplicada a otras clases de relaciones.

“A los demás, digo yo (como apóstol), [no es mandamiento del Señor]: Si algún hermano tiene una esposa que no es creyente, y ella está dispuesta a seguir viviendo con él, que no la despida (la palabra despedir es generalmente traducida como dejar). Y si una mujer tiene un esposo que no es creyente, y él está dispuesto a seguir viviendo con ella, que no se divorcie (la misma palabra griega que es traducida como despedir en el versículo 12) de él.” (1 Corintios 7:12-13).

Sería bueno mirar a estos versículos más de cerca. En los versículos anteriores, Pablo abordó varias cuestiones relativas a las relaciones, y sobre todo las relaciones matrimoniales entre aquellos que son llamados a la Iglesia de Dios. En los versículos 12 y 13 él pasa a abordar la diferencia que hay cuando en un matrimonio sólo uno de los cónyuges es llamado (a creer la verdad), y el otro no es un creyente – no es llamado.

Si alguien quiere “cambiar a usted”, hacer de usted otra persona, entonces esta persona no “le acepta” o no “le quiere” por lo que usted es. Si esta persona no le quiere, ella seguirá con sus ataques contra la Iglesia. Si esta persona le acepta y de veras le quiere por lo que usted es, ella entonces va a parar con todos los ataques. Sólo entonces una relación real y significativa podrá ser construida entre usted y esta persona. Cada uno debe decidir por sí mismo cómo elige hacer frente a tal situación. Sin embargo, también hay que entender que este tipo de situaciones y entornos, donde hay conflictos, pueden minar la fuerza espiritual y las convicciones de uno.

Muchos han quedado al borde del camino, porque no se han mantenido firmes “en Dios”, y firmes en contra de este tipo de conflictivas actitudes, este espíritu, y estas acciones en contra de ellos mismos, de la Iglesia de Dios, y de la verdad de Dios – en contra de Dios. A lo largo de los años, debido a los estrechos vínculos familiares (o de amistades), han sido muchos los que han estado intentando apaciguar, consolar, o llegar a un compromiso, y que han cedido ante los ataques de aquellos a quien aman. Pero nada de esto ha producido jamás ninguna paz duradera o significativa. En cambio, por lo general, esto sólo debilita a una persona espiritualmente, en su convicción, en su fidelidad, y en su alegría en la verdad.

En estos dos versículos en 1 Corintios 7, la expresión “dejar” se traduce generalmente como “abandonar”, y en este contexto, se trata de que uno de los cónyuges abandone la relación matrimonial, ya sea por separación legal o por el divorcio. Se trata de que una persona es libre ante Dios para abandonar – dejar – esa relación. El factor decisivo aquí se basa en si el cónyuge no creyente “está dispuesto” a vivir “con su compañero creyente”.

La palabra que es traducida al español como “estar dispuesto”, es una palabra compuesta en el griego (compuesta de dos palabras griegas separadas). La primera palabra es “unión” o “estar juntos” y, a veces se traduce como “compañerismo” o “asociación”. La otra palabra significa “pensar bien de”, como “dar la aprobación a”, “ver por bien” o “estar satisfecho con una persona”. En el contexto utilizado aquí, esto significa estar completamente “satisfecho con la relación – con el matrimonio”, de la manera cómo éste es. Es simplemente otra forma de decir que el cónyuge no creyente acepta a su compañero creyente “como él es” – por lo que es; incluso en sus propias creencias personales, aunque no crea lo mismo.

Aunque Pablo no estaba comisionado por Jesús Cristo para agregar esta instrucción a la Iglesia, esto ha sido añadido bajo la inspiración de Dios, y Pablo estaba en unidad con Dios mientras escribía esto. Y por lo tanto, la Iglesia debe obedecer estas instrucciones (se trata de algo que “es ligado en la tierra”). Él dice claramente a los miembros de la Iglesia que si ellos tenían un cónyuge incrédulo que los había aceptado (por lo que eran) y que estaba satisfecho con ellos “en su creencia”, que ellos no debían dejar esa relación – no debían divorciarse. Sin embargo, Pablo también está mostrando con esto que si el cónyuge de uno está “en contra de Dios”, y no acepta a uno en su creencia, pero está en contra de uno (quiere que uno cambie a otra cosa), que uno entonces es libre para tomar la decisión de separarse o divorciarse.

Esto también es obviamente cierto para cualquier persona cuyo cónyuge se está alejando de la verdad, (o que ya haya dado totalmente las espaldas a la verdad), y no está “dispuesto a seguir viviendo con uno”, si uno sigue en su creencia. En otras palabras, el que se vuelve en contra de Dios (y en contra del cónyuge creyente) comienza a presionar a su compañero para que deje de creer, y para que cambie de alguna forma; para que comience también a volverse en contra de Dios (alejándose de Su verdad).

La lección contenida aquí, en esta cuestión de cómo juzgar a este tipo de relaciones en el matrimonio, es también una lección que cada uno tiene que sopesar, considerar, juzgar, y luego aplicar a otras relaciones cercanas. Si alguien no está contento con usted, con la manera que usted es, con la persona en la que usted está siendo transformado; y si están “en contra de Dios”, y quieren que usted cambie, entonces usted es sin duda “libre” para abandonar – dejar – la amistad y/o relación con esta persona. En tales casos, muchas veces es espiritualmente conveniente hacerlo.

Relación Santificada
Otra cuestión que a menudo es mal entendida y/o mal aplicada, es la cuestión que Pablo aborda directamente después de la instrucción que acabamos de considerar.

“Porque el esposo no creyente es santificado en su esposa (quien hace parte de la Iglesia), y la esposa no creyente es santificada en su esposo (quien hace parte de la Iglesia). Si así no fuera, los hijos de ustedes serían impuros, mientras que ahora son santos.” (1 Corintios 7:14).

Este versículo está simplemente afirmando que un cónyuge no creyente y los hijos nacidos de ese matrimonio son “santificados”; lo que significa que son “apartados para uso y propósito santos”, a causa de esa relación. Sin embargo, hay que entender lo que significa uso y propósito santos. Esto no significa que el cónyuge no creyente, o los hijos de ese matrimonio, están siendo llamados por Dios, o que se les está ofreciendo un llamado de Dios. Y esto es todo lo contrario de lo que antes se ha creído en la Iglesia de Dios en relación a la santificación.

Sería bueno considerar de lo que se trata esta santificación, para que podamos entender más claramente cómo esto se aplica a tal relación. En el libro de Hebreos una explicación simple acerca de la santificación es usada para comparar el poder de los sacrificios físicos realizados por los hijos de Israel con el poder de Dios a través del sacrificio de Jesús Cristo, para perdonar y quitar el pecado.

“Si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas sobre los impuros, santifican para la purificación de la carne, ¡cuánto más la sangre de Cristo, que por medio del espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará de obras muertas nuestra conciencia, para que sirvamos al Dios vivo!” (Hebreos 9:13-14).

La “santificación” de la que se habla aquí, era para “uso y propósito santos”, para que Israel pudiera tener una incomparable relación física con Dios, pero no una relación espiritual.

De la misma manera, Dios santifica el cónyuge y los hijos de una persona creyente, para que puedan estar en una relación única y especial con alguien en quien de hecho Dios habita. Es la presencia de Dios que santifica algo o alguien; y en este caso las personas pueden tener una relación física única, con alguien que es nacido de Dios (en quien Dios habita). Pero esta relación no es espiritual, como tampoco lo era la relación de Israel con Dios.

Esta santificación no es un “llamado” a una relación espiritual con Dios, y esto tampoco es “ofrecido”, solamente a causa de la santificación. Así que, alguien que es santificado con el fin de estar en una relación física con una persona que cree, no está siendo llamado, y tampoco puede elegir de una forma automática, en ningún momento, si y cuando será “llamado” a una relación espiritual con Dios.

Quiénes son llamados por Dios, y cuándo estas personas son llamadas, es algo que está únicamente en el poder de Dios; y ocurre en el tiempo de Dios, y según el propósito de Dios.

Hay impresionantes bendiciones que estas personas que son santificadas pueden recibir en su vida; así como hubo impresionantes bendiciones que estaban disponibles para los israelitas, a causa de su santificación. Para los israelitas, recibir o no esas bendiciones dependía de las elecciones personales de cada individuo en aceptar (recibir con alegría) lo que Dios les ofrecía, y después, elegir aplicar esto en la forma en que vivirían su vida, de acuerdo con lo que Dios les había dado. Obviamente, esto involucraba aspectos físicos de la vida; cosas tales como los alimentos puros e impuros, el diezmo, la observancia del Sabbat, y de las otras leyes de Dios. Dios bendice a la obediencia, incluso en un plano físico.

Las otras naciones no fueron santificadas como Israel ha sido bendecido en poder ser. Dios dio a Israel mucho conocimiento sobre Su camino de vida, sobre cómo la vida debe ser vivida. Las demás naciones carecían de tal conocimiento. De la misma manera, no hay nadie en el mundo que tenga conocimiento de la verdad de Dios, hasta que uno es bendecido en poder entrar en contacto con esta verdad. Los que son “llamados” por Dios a tener una relación espiritual – comunión – con Él, con Su Hijo, y con Su Iglesia son intensamente bendecidos, más que cualquier ser humano. Los que son santificados, y que pueden estar en un ambiente donde se halla la verdad, también son profundamente bendecidos, mismo cuando esto se limita a un plano más físico.

(Esto concluye la 12ª parte de esta serie de entradas. Aunque hay más cosas que aún deben ser dadas, ahora hay que esperar, porque esto todavía no puede ser recibido hasta que hayamos tenido tiempo para ingerir y digerir completamente esta porción.)