Ronald Weinland

Una Mayor Dedicación – 4ª Parte

Hemos hablado antes de lo importante que es empezar a enseñar a los niños, a una edad muy temprana, a ejercer la responsabilidad personal en las pequeñas cosas a su alrededor, cosas que les afectan directamente. Estos son los primeros años de la formación de la mente, del pensamiento y del razonamiento de uno; algo que es mucho más importante de lo que las personas entienden en lo que se refiere al desarrollo de las cualidades divinas en el espíritu del ser humano.

Y las familias en la segunda y tercera generaciones en el Milenio podrán aplicar más de lo que Dios nos está dando ahora. Sin embargo, lo que ocurre a menudo con muchos de los que son llamados a la Iglesia de Dios, es que un padre o una madre no puede empezar ese proceso formativo desde el principio. Y esto también va a pasar con los padres que serán llamados a la Iglesia en el comienzo del Milenio. Y sus hijos tendrán diferentes edades cuando los padres sean llamados.

Es beneficioso que todos los padres empiecen, tan pronto como les sea posible, a ayudar a sus hijos a experimentar y a aprender a vivir de acuerdo con las cualidades y características divinas. De esta manera ellos podrán tener estas cualidades desarrolladas en ellos, a medida que aprenden sobre el valor y los beneficios de las mismas para su vida. Esto requiere de mucha disciplina por parte de los padres, quienes a su vez tendrán que dar amor, instrucción y disciplina a sus hijos a lo largo de este proceso. Cuanto mayor sea el niño, más difícil puede ser esa tarea, ya que su mente ya se ha quedado fijada en ciertos patrones de pensamiento, actitud, razonamiento, y manera de vivir. Sin embargo, es la responsabilidad de los padres esforzarse para hacer esto. Pero incluso en todo esto, hay que entender que cada niño todavía tiene la “elección” en estas cuestiones, en cuanto a si va a aceptar o no estas cualidades y características como parte de su forma de vivir.

En algunas áreas de este proceso, donde un padre trabaja para ayudar a moldear tales atributos en la mente de su hijo, a un padre le resultará muy útil incorporar a esto un sistema de recompensa versus castigo (disciplina). Con demasiada frecuencia, he sido testigo de una actitud desequilibrada de algunos que consideran que recompensar a un niño es una forma de soborno. Y que por lo tanto juzgan esto como siendo algo que está mal; especialmente cuando se trata del uso de medios económicos como parte de un sistema de recompensa. Pero esto no es cierto.

Nunca olvidaré el increíble impacto que una maestra de primaria tuvo sobre nuestro hijo, cuando ella estaba intentando motivarlo en un determinado tema. Después de ciertos logros por parte de él, ella le dio unas tarjetas para partidos de béisbol, algo que ella había notado que era importante para él en aquella etapa de su vida. Los diferentes sistemas de recompensa y disciplina a menudo cambian con la edad. En una cierta fase, nosotros también hemos utilizado un sistema de recompensa económica cuando se trataba de sus calificaciones en la escuela. Si él sacaba buenas notas él recibía una recompensa monetaria, de acuerdo con el nivel de su logro. Pero si sus notas estaban por debajo de la media, él tenía que pagarnos. Para él, en esa fase específica de su vida, esto funcionó muy bien; y él creció en el desarrollo de esas cualidades que le ayudaron a llegar a mejores niveles de unidad, de ética de trabajo, de aprecio, de planificación y de creatividad.

Los padres tienen que pensar en qué tipo de cosas o actividades ayudará a motivar a un niño, guiándoles en una dirección correcta hasta que esas buenas cualidades puedan ser desarrolladas en ellos. De esta manera, el niño estará mejor preparado para más tarde elegir vivir de acuerdo con tales cualidades. Y es así que esto puede convertirse en su “propio pensamiento”.

Cuando se aplica el sistema de recompensas en lugar de castigo (disciplina), los padres deben buscar la ayuda de Dios para ser “equilibrados” en esto; al igual que cualquier adulto debe buscar el equilibrio en todas las áreas de su vida. El equilibrio determinado con base en uno mismo, en el pensamiento propio y en la naturaleza humana, rara vez es un equilibrio verdadero. Aprender el verdadero equilibrio y la firmeza de pensamiento (en la toma de decisiones) es algo en el que una persona tiene que crecer espiritualmente, durante toda su vida.

Trabajar con niños pequeños es trabajar con la naturaleza humana en estado bruto. El trabajo en cuestión implica esforzarse para formar las características apropiadas, que estén en armonía con la mente de Dios. Muchas veces dar una recompensa después de ciertos logros puede ayudar a comenzar a formar patrones correctos en la forma de pensar. Es después que de haber “experimentado” el beneficio de esto por un tiempo, y luego, a través de ese proceso, haber comenzado a “probar” la práctica de la cualidad que sus padres se esfuerzan por enseñarle, que un niño puede más fácilmente tomar la decisión, por sí mismo, de vivir tales cualidades y características en el futuro. Dios trabaja de la misma manera con los adultos, sobre todo al principio, llevándoles a “probar” de Sus caminos, dándoles la perspectiva de recibir una recompensa en forma de satisfacción y otros beneficios que hay en vivir según Sus caminos. Esto no es soborno.

Hijos Centrados en Dios
Desde el principio el ser humano no ha logrado comprender el mandamiento de Dios de “cultivar y guardar” lo que Él le dio. La cosa más grande y milagrosa que el ser humano puede experimentar, en toda la creación de Dios, es el nacimiento de un niño. Para los padres ese área de la responsabilidad personal que les es dada por Dios es mucho mayor de lo que ellos pueden simplemente comprender, por su propia capacidad. Y es sólo ahora que muchos en la Iglesia han empezando a entender esto de una manera más profunda. Pero hay mucho más en todo esto, sobre el que debemos edificar. Ahora es el momento de esforzarnos por añadir y ejercitar mejor esta responsabilidad personal en la crianza de los propios hijos de uno; sobre todo en este año de mayor dedicación a Dios.

Cuando un niño sale del vientre, respira el aire, y tiene vida, ese es el momento en que nace un miembro potencial de la Familia de Dios. Y aparte de ellos mismos, no hay mayor responsabilidad en la vida dada a los padres, algo que ellos deben “cultivar y guardar”, que criar a un niño en los caminos de Dios.

Por ahora todos deberíamos reconocer que hay muchas más cosas sobre esa responsabilidad personal que debemos ejercer en nuestra vidas. Ya tenemos los elementos básicos que hay que utilizar y aplicar a todas las áreas de la vida, a lo que está dentro de nuestro control personal. Esto incluye nuestra casa (nuestro lugar de residencia), nuestras pertenencias, nuestras finanzas, el uso del crédito, de los medios de transporte, de nuestro lugar de trabajo, nuestra ocupación, y otras cosas más. Debemos parar y pensar, y tratar de corregir la forma en que abordamos esto de “cultivar y guardar” las cosas que nos rodean, cosas que comprenden cualidades y características reflejadas en la creación, que en realidad revelan la mente de Dios y Su “espíritu”. Gran parte de esto tiene que ver con nuestra forma de pensar hacia el mundo material que nos rodea, hacia las cosas que están bajo nuestro control personal. Y esto en sí es también una cuestión de responsabilidad por el “ejemplo” que damos a los que nos rodean. Y es de muy gran importancia que empecemos a comprender la clase de responsabilidad que Dios ha dado a los padres, la responsabilidad de “cultivar y guardar” a sus hijos en los caminos de Dios.

Después que son llamados, es de hecho la responsabilidad de los padres esforzarse activamente para moldear a su hijo (o hijos) en los caminos de Dios; y enseñarles que Dios y Sus caminos deben ser lo primero en su pensamiento. Ya hemos hablado de cómo empezar este proceso de trabajar con un niño a una edad muy temprana, para ayudarle a desarrollar las adecuadas cualidades divinas en su forma de pensar. Sin embargo, cuando se trata de enseñarles la importancia de poner a Dios lo primero en su vida, un padre debe reconocer que el lugar más apropiado para hacer esto es la Iglesia de Dios. Mismo que un padre enseñe a su hijo la responsabilidad personal de “cultivar y guardar” su entorno, si le inculca tales patrones y cualidades sobre la manera correcta de pensar, todo esto es en vano si un niño no aprende a poner a Dios en primer lugar, sobre todo en la Iglesia de Dios. De hecho, la Iglesia es el lugar más importante, donde uno puede enseñar a un niño a comenzar a pensar de una manera que pone a Dios en primer lugar.

Esto es algo que también comienza en las cosas más pequeñas. Uno puede enseñar a un niño, desde una edad muy temprana, a estar tranquilo, callado (sereno), a ser respetuoso con los demás a su alrededor, en su manera de hablar a los demás (como se dirige a los demás), a participar en lo que pueda, de acuerdo con su edad, en la Iglesia. Esto incluye enseñar a un niño a conocer la Biblia, a buscar en los libros y versículos, y también a tomar notas que le ayudarán a entender mejor lo que está siendo enseñado. Esto obviamente incluye también enseñar a un niño, desde una edad muy temprana, a escuchar los sermones y tratar de captar lo que pueda de lo que está siendo dicho, a tratar de entender el más simple de los asuntos. Cosas como estas no ocurren por casualidad, y esto tampoco es fácil. Esto es más bien todo lo contrario, porque esto requiere de un enérgico enfoque, atención, trabajo duro, tiempo, conversación interactiva, explicación (enseñanza), disciplina, amor, etcétera.

Como pastor de la Iglesia a ya algunas décadas, tratando con cientos y cientos de personas, he visto toda la clase de padres trabajando con sus hijos. Unos con participación activa, otros con prácticamente ninguna participación. He visto personalmente desde personas que no hacen nada en esta área hasta verdaderos buenos ejemplos de padres que participan activamente, enseñando a sus hijos muchas de estas cualidades, conductas y valores en la vida. Ellos ven la Iglesia como su familia, y enseñan a sus hijos la responsabilidad personal dentro de esa familia.

En ejemplos de padres que no han enseñado a sus hijos, o no lo han hecho del todo, a ver a la Iglesia como su familia, he sido testigo de algo que es aún más negligente y pecaminoso. En tiempos pasados, han sido muchos los padres que han ido en la dirección contraria. Ellos no solamente no se han esforzado para “cultivar y guardar” a sus hijos en los caminos de Dios, pero ellos en realidad han apartado a sus hijos de Dios y de Su Iglesia.

Y a veces un niño se aparta de la Iglesia por sí mismo, a pesar del buen trabajo que hace un padre. Pero para aquellos padres que son los principales responsables de alejar a sus hijos, esto es una espantosa vergüenza, una horrible negligencia, y es pecado. A causa de la falta de interés de los padres, o de su participación negativa en la crianza de sus hijos, un niño a menudo puede comenzar a ver los servicios del Sabbat como una carga, algo aburrido, un lugar donde no desea estar. Mientras que hay muchos niños que casi no pueden esperar para reunirse con los demás en el Sabbat.

En ese principio de desarrollar las características o rasgos positivos en el pensamiento de un niño, incluyendo el placer de participar del servicio del Sabbat, de participar en la Iglesia, algo al que uno espera deseoso a cada semana, un padre tiene que buscar la ayuda de Dios para saber cómo guiar a su hijo hacia tal dirección.

El medio más poderoso con el que los padres pueden influenciar a sus hijos en su manera de pensar hacia los servicios de la Iglesia, hacia los miembros de la Iglesia y hacia el ministerio, es el ejemplo personal de los propios padres. Con demasiada frecuencia he sido testigo de cómo padres han hablado mal de los sermones, de los ministros y de los demás; de tal manera que sus hijos aprenden todo lo contrario de lo que deberían aprender. En lugar de modelar su mentalidad de la manera que debe ser, ellos se vuelven críticos y negativos, más autosuficientes, creyéndose superiores a los demás, acusadores, faltos de amor. Y además de no participar, ellos son indiferentes. La mentalidad que se forma en ellos es el tipo de mentalidad equivocado; y no hay que admirarse que cuando son adultos ellos se aparten de la Iglesia de Dios. Muchas de esas cosas ellos sencillamente han aprendido del ejemplo de sus padres, y de la actitud de sus padres hacia el Sabbat, el ministerio, y la Iglesia.

Y de hecho los niños deben ser enseñados a poner a Dios en primer lugar, sobre todo en un ambiente donde esto puede ser enseñado con mayor facilidad, para que luego ellos puedan aprender esto más fácilmente, por sí mismos. Ellos deben ser criados aprendiendo a respetar a Dios, a Su Iglesia y a Su gobierno. Esto no es algo que simplemente sucede en la vida. Un padre que no enseña a su hijo a respetar a Dios, tampoco está demostrando el debido respeto y la adecuada adoración a Dios.

Hace varios meses, Dios y Cristo llamaron mi atención para la necesidad de corregir la mala utilización de los dispositivos electrónicos en los servicios del Sabbat (antes, durante y después de esos servicios). Este mal uso estaba empezando a convertirse en un problema en toda la Iglesia, como resultado de la influencia negativa de la sociedad y del mal uso de la tecnología moderna. Poco a poco, un uso perjudicial y desequilibrado de tales cosas comenzaron a introducirse en los servicios del Sabbat. La cosa ha llegado a tal punto que algunas personas estaban enviando y verificando mensajes de texto, correo electrónico, o buscando en Internet durante los servicios del Sabbat. Todas estas prácticas durante el servicio del Sabbat son equivocadas y nadie debe hacer tal cosa. Sin embargo, quizá después del sermón los adultos puedan tener la necesidad de revisar los mensajes de texto o telefónicos que hayan recibido. Y si desean hacerlo, les pedimos que lo hagan en un lugar apartado del lugar de comunión (en privado).

Los niños que tengan hasta ocho años de edad pueden usar dispositivos electrónicos en el sitio donde tienen lugar los servicios del Sabbat, pero bajo supervisión. A partir de los nueve años un niño puede empezar a aprender a sentarse y escuchar el sermón durante todo el servicio, y también puede aprender a tomar parte de la comunión y de otras actividades antes y después de los servicios. Pero a partir de esa edad ellos no pueden usar dispositivos electrónicos para entretenerse antes, durante o después de los servicios del Sabbat.

Con el uso correcto de los dispositivos electrónicos algunos pueden enfocar más, y recibir más de lo que está siendo dado en un sermón. Y ahora que los sermones están disponibles en forma de texto, las personas pueden seguir el sermón con más facilidad. Para algunas personas es una gran bendición poder seguir el sermón, poder leer los versículos de las Escrituras mientras escuchan el sermón. Otras a lo mejor prefieren buscar los versículos en una Biblia digital, en lugar de pasar las páginas de la Biblia para encontrar un versículo específico, lo que tal vez podría restringir su capacidad de escuchar y enfocarse en lo que está siendo dicho. Cada persona tiene su manera en la que mejor puede concentrarse y aprender, y el uso de la Biblia digital ha mejorado para muchos este proceso.

Y es en momentos como éste, a la luz de tal decisión administrativa en lo que se refiere a estos cambios, que un padre tiene una excelente oportunidad de enseñar a sus hijos cualidades como el aprecio, el respeto, el equilibrio, la unidad, el orden, y muchas otras más. Pero si no se tiene cuidado, un padre también puede enseñar a sus hijos todo lo contrario a esto.

Hay una historia que me gustaría contarles, que ayuda aclarar la importancia de lo que estamos hablando aquí. Después del último Sabbat mi esposa me ha contado lo que ella había hecho con uno de los niños que estaban ahí antes que comenzara el servicio. Ese niño está en primaria. Ella ha dicho al niño que a ella le gustaría que él empezase a tomar notas de lo que él iba a escuchar en el sermón. Y al igual que los otros niños él también jugaba videojuegos antes, durante y después de los servicios del Sabbat. Y visto que ese cambio en relación al uso de aparatos electrónicos empezaba a ser abordado en la Iglesia, se presentaba una buena oportunidad para influir de manera positiva y de motivar a los niños a poner más atención en los servicios del Sabbat.

Mi esposa pidió al niño que tomara notas durante el sermón, y que le mostrara sus apuntes después del servicio. Y si de sus apuntes ella pudiese ver que él había estado escuchando, y desarrollando esa habilidad, ella entonces le recompensaría con una cierta cantidad de dinero. Después del servicio él le mostró sus apuntes, y él estaba entusiasmado con lo que había hecho. Ella le preguntó si podía quedarse con los apuntes para mostrárselos a mí. Él le dijo que sí, pero que antes de dárselos a ella le gustaría mostrarles primero a su padre. Y cuando yo he leído los apuntes he podido ver claramente que él había estado esforzándose en esta nueva aventura, y que se mostraba receptivo a ese positivo cambio. Y también era evidente que él podía entender algo de lo que había escuchado en el sermón.

En efecto, mismo a una edad muy temprana uno puede enseñar a los niños, puede criarlos de una manera que les ayude a aceptar su responsabilidad personal como algo “común y corriente”. Durante esos años en los que se les ayuda a modelar y formar sus mentes de una manera positiva, ellos también podrán comenzar a desarrollar cualidades y características que están más en armonía con la mente y el espíritu de Dios. Y está claro que ellos ciertamente estarán llenos de la naturaleza humana carnal, como todas las personas, hasta el fin de su vida humana. Pero cuando son jóvenes ellos pueden ser moldeados y mejor preparados para recibir la impregnación del espíritu santo de Dios más adelante en su vida, cuando sean llamados a esto. Ellos pueden estar mejor preparados para estar en unidad con Dios y para participar con más éxito en la batalla contra su propia naturaleza humana egoísta.

La Responsabilidad Personal Predeterminada
En mis primeros años en la Iglesia yo tuve la oportunidad de frecuentar a uno de los tres campus del Colegio Ambassador (un colegio de la Iglesia de Dios Universal), el que se encuentra en St. Albans, Inglaterra (al norte de Londres). Eso fue en 1972, en la misma época que Dios estaba revelando al Sr. Herbert W. Armstrong el conocimiento sobre la verdad de que hay un “espíritu en el hombre” (que no es el espíritu santo de Dios) que hace con que el ser humano sea diferente de los animales. Ese “espíritu que hay en el hombre” hace con que la mente humana sea única, porque da a un ser vivo la capacidad de aprender, de memorizar, y también la capacidad de pensar individualmente, de razonar, de elegir libremente, de crear, etcétera. Fue también en aquella época que el Sr. Armstrong ha publicado un libro que explica este nuevo conocimiento más a fondo. Este libro se titula El Increíble Potencial Humano.

Recuerdo una discusión en aquella época, en una de las clases bíblicas en el Colegio Ambassador, sobre Adán y Eva y la manera en que ellos fueron creados. También estábamos aprendiendo entonces sobre el “espíritu que hay en el hombre”. La presente verdad y el enfoque sobre ese tema en aquel momento era que ellos habían sido creados en un estado neutro, algo que en parte es cierto. Entendíamos que ellos habían sido creados con el libre albedrio, como agentes morales libres para determinar cómo iban a vivir su vida. Ellos han sido colocados en lo más perfecto entorno que jamás pudiera haber sido dado a dos seres humanos físicos; pero aún así, ellos no escogieron a Dios y a Su camino de vida.

En esa clase, el profesor nos dejó con la idea de que visto que ellos no habían elegido a Dios, que era como si Dios entonces se diera una palmada en la frente y se preguntara: “¿Y qué voy a hacer con el ser humano ahora que él no Me ha elegido?” Era como si Dios entonces necesitase trazar un plan a través del cual el ser humano pudiese ser salvo del pecado.

Sin embargo, ya estaba predeterminado (planificado de antemano), antes de que el ser humano fuese creado, que él necesitaría de un sacrificio del Pésaj – que el Hijo de Dios nacería de entre los hombres para ser ese sacrificio del Pésaj y también el Mesías (Cristo).

En una ocasión Pablo ha enseñado a la Iglesia de Corinto acerca del propósito de Dios para la creación del ser humano y acerca de Su plan, que incluía dar Su espíritu santo a aquellos que son parte de Su Iglesia, para que ellos pudiesen “ver” las cosas de la sabiduría (la mente, el pensamiento, la verdad) de Dios; cosas que otros en el mundo, que no tienen Su espíritu, no pueden ver. Sería bueno mirar todo el contexto de lo que Pablo ha enseñado. Hay dos versículos que revelan mucho acerca de esto que él ha dicho.

“Más bien hablamos [el ministerio, los maestros enviados por Dios] la sabiduría de Dios [que viene de Dios] entre aquellos que están siendo perfeccionados, [los que son llamados por Dios y engendrados en Su familia espiritual], y no la sabiduría de este mundo, ni [ni cualquier sabiduría] de los príncipes [líderes] de este mundo, que no lleva a nada. Pero hablamos la sabiduría de Dios, ordenada antes de los siglos para nuestra gloria [para la gloria de los que están en la Iglesia], que ninguno de los príncipes de este mundo entendió; porque de haberla conocido, no hubiesen colgado de un palo [de un madero] al Señor de la gloria.” (1 Corintios 2:7-8).

La palabra griega traducida como “ordenada” en este versículo significa literalmente “condicionar de antemano, predeterminar”; y muy a menudo se traduce al español como “antes ordenado, antes decidido, o predestinado”. En este versículo, la palabra “antes”, que sigue a la palabra “ordenado”, significa literalmente “anteriormente y/o antes de”.

Pablo está diciendo claramente que en un tiempo “antes” (anteriormente, antes de) de la era del ser humano, Dios ya había “ordenado” (predeterminado, predestinado) que el ser humano necesitaría recibir Su espíritu santo para que pudiera “ver” lo que era espiritual; y que aquellos que no tuviesen Su espíritu no tendrían la capacidad de “ver” en un plano espiritual. Pablo dijo que la capacidad de ver estos misterios (la sabiduría, la mente, el pensamiento y la verdad de Dios) estaba reservada para aquellos a quienes el espíritu santo de Dios sería dado, como una gloria en sus vidas. Además, Jesús Cristo está siendo descrito como el Señor de la gloria, como aquel a través de quien la gloria (el poder revelador) del espíritu santo vendría.

Pablo engrandeció claramente esto con lo que dijo a los Efesios:

En Él [en Jesús Cristo], Dios nos [los que están en la Iglesia] escogió antes de la fundación del mundo, para que en Su presencia seamos [nos tornemos] santos e intachables. Por amor nos predestinó [del griego = predeterminó] para que por medio de Jesús Cristo fuéramos [los que están en la Iglesia, los que han sido llamados por Dios de entre los seres humanos para ser parte de Su Familia] adoptados como hijos Suyos, según el beneplácito de Su voluntad.” (Efesios 1:4-5).

Siempre ha sido el propósito y el plan de Dios crear al ser humano como un ser físico, en un entorno físico; y que, al hacer esto, el ser humano se volviera hacia sí mismo, siendo inherentemente egoísta y pecaminoso por naturaleza. Dios sabía que el ser humano, por naturaleza, no iba a elegir a Él y a Sus caminos. Esto ha sido así desde el principio, con Adán y Eva, que no fueron capaces de permanecer en un estado de neutralidad durante mucho tiempo. Y como el hombre había sido creado de esa manera, les sería dado un sacrificio del Pésaj, a través del cual él entonces podría arrepentirse del pecado, una vez que fuese llamado (del griego = invitado) por Dios a ser engendrado espiritualmente en Su Familia. Y es en ese momento que uno entonces puede comenzar a elegir objetivamente a Dios y a Sus caminos, si uno quisiera hacerlo.

Sólo cuando uno es llamado (invitado) por Dios a entrar en Su “Familia de Dios” (ELOHIM), uno puede empezar a centrarse, y a desarrollar una mente espiritual, con el espíritu santo de Dios. Este es el proceso de transformación de la mente del que habla Pablo en Romanos 12.

Todo lo que hemos hablado hasta ahora en esta serie de entradas nos lleva de vuelta al punto de partida, a la instrucción más importante que Dios dio a Adán y Eva. Dios les dijo que “cultivasen y guardasen” todo lo que Él había colocado en Su jardín – alrededor de ellos – que estaba bajo el control de ellos. De todo lo que Dios había colocado en el jardín, el enfoque y el propósito principal de Dios era la creación del ser humano, porque él estaba siendo creado con el potencial de convertirse en ELOHIM.

Así que, en realidad, la cosa más importante que ellos tenían que hacer era “cultivar y guardar” a sí mismos – los seres humanos – el enfoque y propósito de toda la creación de Dios. La necesidad de aceptar tal responsabilidad personal en lo que se refiere a “cultivar y guardar” a uno mismo estaba predeterminada antes de la propia creación. Ya hemos hablado de esta responsabilidad en relación a esta instrucción en lo que se refiere a las verdades, los caminos, y las leyes de Dios; y también en lo que se refiere a las cosas que están dentro de nuestro control, en nuestro entorno personal. Y la manera que cada persona trata con la responsabilidad personal de “cultivar y guardar” a sí misma será el tema central de la 5ª parte de esta serie de entradas.