Ronald Weinland

LA VERDADERA COMUNIÓN – 8° PARTE

Aprendiendo a juzgar: Al abordar el tema de las personas que son excluidas de la comunión en la Iglesia, uno de los desafíos más desalentadores y difíciles de enfrentar es cuando alguien de la propia familia de uno decide “salir” de la Iglesia. La tarea de “juzgar” las muchas y variadas situaciones que esto produce no es fácil.

En esta entrada vamos a examinar más de cerca el propósito, el plan, y la instrucción de Dios en los asuntos relacionados con la exclusión de las personas de la comunión en la Iglesia, para establecer un marco dentro del cual uno pueda estar mejor equipado para tomar buenas decisiones en lo tocante a la familia, cuando esto ocurra.

En la presente entrada serán dadas pautas que el pueblo de Dios debe seguir en la toma de decisiones (al juzgar) sobre cómo abordar el tema de la exclusión de la comunión en la Iglesia de personas de la propia familia de uno, bien como de personas que hemos llegado a amar y a conocer tan bien. Esta serie de entradas está siendo más larga de lo previsto, porque Dios nos está revelando mucho más sobre este tema. Pero lo más importante en todo lo que se está abordando, es recordar que en todo Dios siempre es lo primero. Todo lo que Dios nos está dando, en las instrucciones y las directrices que siguen, sirve para sostener el hecho de que Dios siempre debe ser lo primero. Esto también significa que hemos de defender y ser fieles a Su Familia – la Iglesia.

Debido a la gran falta de entendimiento, algunos en el pasado han puesto en tela de juicio la exclusión de la comunión en la Iglesia de un familiar, de un amigo cercano, o incluso su propia exclusión, diciendo: “Ellos no han ‘salido’ de la Iglesia de Dios, pero han sido echados (excluidos)”. Cuando se declara formalmente la exclusión de una persona de la comunión en la Iglesia, esto es meramente una formalidad y un comunicado a los demás (que por lo general no conocen la verdad de los hechos que llevaron a tal acción). Sin embargo, cuando se hace una declaración de esa naturaleza, esto es sólo un procedimiento administrativo para algo que, muy a menudo, ya ha sucedido mucho antes.

Durante mis 44 años en la Iglesia de Dios, muchas personas han sido excluidas de la comunión, miles y miles de personas. Juan habló de esto cuando dijo que “muchos engañadores (impostores, farsantes) han salido por el mundo” (2 Juan 1:7). Como ya he explicado, estas personas no comenzaron de esta manera, pero en algún momento, a lo largo del camino, ellas comenzaron a cambiar y a “tolerar” (permitir) pecados en su vida de los cuales no se arrepienten. Esto a menudo comienza cuando uno sucumbe a los deseos de la carne, o a la codicia de los ojos. No obstante, cuando uno decide (elige) creer algo que no está en conformidad con la Verdad, la soberbia de la vida, que entra en la mente de uno, siempre estará involucrada en ello.

Uno puede guardar esa disconformidad para sí mismo durante mucho tiempo, pero en algún momento esta persona comenzará a hacer comentarios que causan divisiones. Tales comentarios son a menudo ignorados. Algunas personas pueden sentirse incómodas con lo que oyen, pero no lo consideran lo suficientemente importante como para abordarlo, o no quieren molestar a la persona en cuestión, que ya está muy molesta. Otros pueden simplemente pensar que esta persona es débil y que no puede ver con claridad lo que es la verdad; y esperan que esa persona ojalá crezca y que llegue a estar en unidad. Hay otras razones por las cuales estas personas son ignoradas o para que los demás se encojan de hombros; pero a veces también hay un sentimiento de empatía o incluso de complicidad por el descontentamiento de alguien o por algo de lo que dicen. Comentarios que causan divisiones son una señal de la falta de unidad, y pueden propagarse rápidamente, causando mucho más divisiones, si uno presta oídos a ellos. Muy a menudo, uno en un principio simplemente no puede “ver” el terrible peligro y el verdadero espíritu que hay detrás de estos comentarios – mismo viendo que esto causa división y que estas personas se expresan de manera destructiva sobre la doctrina (la enseñanza, las verdades) o incluso sobre el liderazgo de la Iglesia.

Las personas que se vuelven negativas y siembran divisiones por vivir y/o decir algo que es contrario a la doctrina (las enseñanzas de la Iglesia, las 57 Verdades, etc.), y que no se arrepienten de esto, se convierten en impostores, porque comienzan a vivir de manera engañosa (falsa y mentirosa) en el entorno de la comunión en la Iglesia. Sin embargo, tales personas, que no se arrepienten, y que aún están en comunión con los miembros de la Iglesia, ya no están en una “verdadera comunión espiritual”, porque ya han sido separadas – excluidas – por Dios de la comunión con Él.

En realidad, ellas “abandonan” la Iglesia de Dios como resultado de su propia elección de volverse contra Sus caminos. Aunque Dios echa a una persona de Su presencia, porque Él y Su Hijo ya no “habitan” en ella, a veces Él “permite” que una persona siga estando por un tiempo en medio de Su pueblo, en el entorno de la Iglesia, antes de que Él finalmente lo exponga abiertamente a Su Iglesia, para que esta persona sea completamente echada de Su presencia. Mucho antes de que una persona sea formalmente excluida, esa persona ya ha “salido por el mundo”. Cuando Juan habla de esas personas diciendo: “Salieron (se marcharon) de nosotros, pero en realidad no eran de nosotros” (1 Juan 2:19), él no está hablando de una observación física directa de ese hecho. Él está hablando de un cambio espiritual en la vida de esas personas, que empieza mucho antes de que este cambio se manifieste (sea revelado), porque esas personas ya se han separado de Dios espiritualmente por sus pecados no arrepentidos.

Algunos se preguntarán por qué Dios “permitiría” que algo así siguiese por un tiempo en Su Iglesia, antes de que Él revele a Su Iglesia que Él ya ha excluido a (el espíritu santo ha dejado de fluir en) una persona. Ese período de tiempo puede durar algunos días o algunos años. En primer lugar, eso depende del propósito de Dios al permitir tal cosa. Las razones por las que Dios permite esto son muchas. Eso es permitido con el propósito de instruir a través de la experiencia (algo que no puede ser sustituido por únicamente la instrucción), para ponernos a prueba y para desarrollar un crecimiento en el discernimiento espiritual al aprender sobre cuestiones más difíciles en lo tocante a la administración del gobierno; y por muchas otras razones.

Dios incluso “ha permitido” que toda Su Iglesia, que contaba decenas de miles de personas, fuese echada por completo de Su presencia – expulsada – cuando se produjo la Apostasía en diciembre de 1994. Sin embargo, a unos pocos que experimentaron esta apostasía, Él comenzó rápidamente a llevarlos a un profundo arrepentimiento, con el fin de restablecer un remanente a través del cual Él iría realizar la última fase de Su “obra”, antes de que Él enviase a Su Hijo para ser el Mesías sobre la tierra.

Dios ha permitido que toda la Iglesia experimentase esta Apostasía con el fin de enseñar a miles de millones de personas en el futuro una de las lecciones más importantes de todos los tiempos, en lo que se refiere a la certeza (garantía) de que Su camino de vida siempre será vivido y administrado hacia los demás. Todos los seres humanos, mismo habiendo sido engendrados del espíritu santo de Dios, pueden alzarse en orgullo espiritual – convertirse en ricos y enriquecidos (espiritualmente) – y llegar al punto de ya “no poder ver” su verdadero estado espiritual. Todos los que han sido engendrados, y todos los que aún serán engendrados, hubiesen hecho lo mismo, si hubiesen vivido justo antes o durante el tiempo de la Apostasía. Todos se hubiesen vuelto tibios, espiritualmente ricos (en su propia opinión – ensalzándose en el orgullo) y enriquecidos, y luego hubiesen sido echados de la presencia de Dios. Ser engendrado y estar en la Iglesia como un ser humano físico no es suficiente para asegurar (garantizar) la unidad absoluta, mismo viviendo en el camino de vida de Dios en espíritu y en verdad, y permaneciendo en la paz. Sólo cuando uno esté “en” ELOHIM, cuando nazca completamente en la Familia de Dios (cuando sea completamente espíritu), uno podrá asegurarse de tal vida – podrá tener la garantía de que seguirá viviendo eternamente. Mientras exista la naturaleza humana – el pecado estará siempre presente y deberá ser continuamente combatido, arrepentido, y perdonado.

Dios primero reveló que un especial llamado a una nación de personas físicas, el Israel físico, a quien Él mostró Sus caminos y que pudo experimentar Su intervención especial en sus vida, no es suficiente para asegurar la paz, la unidad, y la obediencia a un camino de vida. A través de la experiencia de la Apostasía, Dios reveló que una Iglesia, el Israel espiritualmente engendrado, formada por individuos engendrados del espíritu, no asegura que “Sus caminos” siempre serán vividos. ¡No es suficiente! Sólo cuando nazcamos literalmente en ELOHIM, podremos finalmente estar seguros de que los caminos de Dios serán vividos por todos, por toda la eternidad. La Iglesia es el comienzo de ese proceso. Pero la verdad es que si la Iglesia creciera en cientos de miles de personas en todo el mundo, o a lo mejor miles de millones, ella simplemente nunca sobreviviría, A MENOS QUE Jesús Cristo, junto con una Iglesia que tenga una estructura gubernamental sobre ella de 144.000 seres nacidos del espíritu, estuviesen literalmente presentes para dirigirla y gobernarla de manera activa. ¡Y lo más sorprendente es que este es exactamente el impresionante plan de Dios!

El Propósito de la Exclusión Formal
Hay muchas razones por las cuales Dios separa a individuos de Su presencia y de la comunión en Su Iglesia. Ya hemos hablado de cómo Dios no puede vivir, y no va a vivir, en el pecado o con el pecado (en las tinieblas). Por eso, aquellos que no se arrepienten del pecado deben ser sacados de Su presencia inmediata (espiritualmente). También sería bueno considerar algunas otras importantes razones para la exclusión.

Dios ha establecido el proceso de exclusión en Su Iglesia como un procedimiento administrativo y una formalidad. Y nosotros hemos de aprender de lo que este proceso nos enseña. Por lo general, esta función administrativa está diseñada para ser un factor preocupante para la Iglesia con el fin de estimular a cada persona a ser siempre vigilante, estar alerta y espiritualmente en guardia, y a tener un temor espiritual de alejarse de Dios (un temor sano a permanecer en el pecado y a volverse impenitente, lo que lleva a uno a ser separado de Dios).

La exclusión de la comunión también tiene lugar para ayudar a proteger a la Iglesia de un daño mayor. Sin embargo, incluso en esto, Dios está en control total, Él y trabaja para moldear y formar a los de Su Iglesia, de acuerdo con Su completo plan y propósito.

La formalidad pública de la exclusión de la comunión también sirve como un muy importante y poderoso medio para magnificar una de las grandes lecciones que uno debe aprender en la vida: la necesidad de que todo el mundo esté en unidad y conformidad con Dios. Ser separado (expulsado) de esa unidad y conformidad, sin que uno cambie, sólo conduce a la muerte – el completo fin de la vida y de la existencia.

Sin embargo, la exclusión de alguien de la comunión con Dios, que Su espíritu deje de vivir en esa persona, se hace con un propósito más poderoso y significativo para la vida individual de tal persona. Esto se hace para llevarlos finalmente al arrepentimiento, para que entonces puedan ser salvos. No es una simple declaración. Esto es mucho más profundo de lo que alguien realmente ya haya conocido o entendido. La Iglesia de Dios sólo ha entendido esto de una manera muy superficial, pero el verdadero y completo propósito de esto es mucho más profundo.

La clave para entender esto, en su propósito más profundo y más importante, “en relación a la persona” que está siendo excluida de la comunión, se encuentra en un pasaje de las Escrituras que ya hemos abordado antes en esta serie de entradas. Esto se encuentra en un comunicado que Pablo hizo a los corintios, en relación a un individuo que debería ser excluido de su comunión.

Pablo les instruyó: “Entregad a este hombre a Satanás para destrucción de su naturaleza pecaminosa, a fin de que su espíritu sea salvo en el día del SEÑOR Jesús.” (1 Corintios 5:5).

Antes de que las personas sean llamadas, ellas son esclavas del sistema de Satanás y de su mundo, donde el les engaña, les mal influencia, y les pervierte. Cuando uno es colocado en la Iglesia, Dios comienza el proceso de liberar y proteger a esta persona de ese ser y de sus demonios. Aunque todos los seres humanos van a sufrir en este mundo, estando en la Iglesia o fuera de ella, Dios sólo da a aquellos que están en la Iglesia la liberación, las respuestas, y la transformación necesarias para llevarles a un cambio permanente y a la paz que da la verdadera plenitud de la vida.

Sin embargo, cuando alguien en la Iglesia es separado (cortado) del continuo fluir del espíritu de Dios en su vida al ser excluido de la comunión, ellos se separan de flujo continuo del alimento espiritual de Dios, que les es dado con la ayuda espiritual (los medios y la inspiración) para recibir (ver) esto. Ellos ya no tienen acceso al pan sin levadura de la vida. En realidad, son lanzados de vuelta al mundo de Satanás, sin la gracia de Dios; sin la ayuda, la protección y el favor en la vida. Y no sólo eso, sino que también, en muchos aspectos, ellos ahora se convierten en blancos del acoso, del trastorno y del engaño de ese mundo demoníaco. El hecho de que ese mundo de los espíritus malignos ahora tenga libre acceso a esas personas es considerado por ellos como una especie de pervertida sensación de victoria sobre Dios. Pero Dios tiene un plan para seguir trabajando, en “otro momento”, para liberar a estas personas que han sido definitivamente excluidas de la comunión.

Un Propósito Más Importante
Hemos abordado algunas de las razones para una exclusión formal, y lo hemos hecho principalmente en el marco del propósito de esto en lo que se refiere al efecto que esto tiene sobre la Iglesia. Sin embargo, hay un propósito más importante o más profundo que no hemos entendido en el pasado, en lo referente a la persona que está siendo excluida de la comunión. Claro que entendemos que ser excluido de la comunión es el castigo por el pecado sin arrepentimiento. También comprendemos que la formalidad administrativa sirve para aleccionarnos y para infundirnos un sano temor, que nos llevará al arrepentimiento.

Mi experiencia, como ministro de la Iglesia de Dios durante casi 33 años, es que una respuesta así es bastante insólita. Incluso cuando algunos han mostrado algo de arrepentimiento y han sido reincorporados a la comunión, la mayoría de las personas que han sido excluidas vuelven a serlo – de forma permanente. Aunque han sido muchos los que han sido excluidos de la comunión de forma permanente en los últimos (algo más de) 1.900 años, Dios todavía tiene un plan para que la mayoría de ellos aún pueda ser rescatados. Dios nos revela este propósito más plenamente a través de lo que Pablo escribió en la segunda parte del versículo que hemos estado estudiando.

“Entregad a este hombre a Satanás para destrucción de su naturaleza pecaminosa (para sufrir nuevamente en el mundo, sin la ayuda de Dios) a fin de que su espíritu sea salvo en el día del SEÑOR Jesús.” (1 Corintios 5:5).

La segunda parte de este versículo tiene que ser analizada para que podamos comprender mejor lo que Dios nos está diciendo. El deseo de Dios es conceder la salvación a todos los que tengan el potencial para recibirla. No todos los que son excluidos de la comunión podrán recibir lo que Dios va a ofrecer a la mayor parte de ellos en el futuro. Dios sabe quien podrá aceptar Su oferta futura de arrepentimiento y de la salvación y quien no.

Durante la Era de Filadelfia, debido a una gran falta de entendimiento acerca de esta específica cuestión, existía la creencia de que si alguien fuese excluido de la comunión en esta era de Satanás y no se arrepintiese de ello, que esto era entonces un “pecado imperdonable”. Un pecado imperdonable no es más que el pecado del que una persona no se arrepiente, y por lo tanto, no puede ser perdonado – es imperdonable. Lo que realmente va a pasar con estas personas que han sido excluidas de la comunión no ha sido entendido más profundamente por la sencilla razón de que Dios todavía no nos lo había revelado.

Se creía también que estas personas iban a recibir como castigo la “segunda muerte”, lo que significa que serían resucitadas de nuevo a la vida física, con el único propósito de recibir el castigo final de esta segunda muerte. Esta sería la muerte para siempre, nunca más ser resucitado a la vida – un castigo eterno. Es cierto que la segunda muerte es de hecho un castigo eterno y no ser eternamente castigado, como la gran mayoría de las personas en el mundo cree, en lo que se refiere a su creencia acerca del infierno.

La creencia de aquel entonces (lo que muchos de los grupos dispersos todavía creen acerca de esas cosas) era que a esas personas que fueron engendradas, y que después han sido excluidas de la comunión, y luego murieron en ese estado (estando todavía excluidas, sin arrepentirse de ello) no sería dada una “segunda oportunidad”. Según esa creencia esto significa que esas personas no podrán ser resucitadas en el comienzo de los últimos 100 años, cuando la mayoría de los eres humanos será resucitada a una segunda vida física, porque esto sería entonces una “segunda oportunidad” para estas personas. De hecho, no existe algo como una “segunda oportunidad”, pero Dios ofrece a algunos la posibilidad de seguir con su primera oportunidad, con su primer llamado (ya que no hay un segundo llamado), de seguir con su primer y original engendramiento (ya que no hay un segundo engendramiento).

Entonces, ¿qué está revelando Dios a través de las palabras de Pablo en este versículo? Esto revela claramente el propósito de Dios de que alguien que ha sido excluido de la comunión “puede ser salvo en el día del SEÑOR Jesús”. Esto demuestra indiscutiblemente que una persona que ha sido excluida de la comunión y que se arrepiente, todavía puede ser salva en otro momento – en el día del SEÑOR Jesús. Dios concederá a muchos la posibilidad de arrepentirse en otro momento. Y por lo tanto, ellos no han cometido el pecado imperdonable. Esto será una continuación de su llamado y engendramiento, y no una “segunda oportunidad”, como eso ha sido considerado en el pasado.

Cuando se habla del día de Cristo o el día del SEÑOR Jesús, esto es siempre en el contexto de “cuando” Él reinará sobre la humanidad como Cristo, el Mesías – como el ungido para ser Rey de reyes por 1.100 años. Ese es Su día (tiempo) de reinar. Sin embargo, la mayoría de los versículos hablan anticipadamente del comienzo de ese tiempo (días).

Así que, cuando Pablo está dando esta instrucción a los corintios, hablándoles de que deberían excluir de la comunión a ese individuo, el único período en que tal persona todavía “puede ser salva en el día de nuestro SEÑOR Jesús”, es en la segunda resurrección, en los últimos 100 años del reinado de Cristo. Tal persona no será resucitada en el comienzo del Milenio. Los que han vivido en los días de Pablo, hace más de 1.900 años que ya están muertos. Ninguna de las personas de las que Pablo dice que aún pueden ser salvas en el día del SEÑOR Jesús, serán resucitadas en el comienzo del Milenio (excepto los que van a ser parte de los 144.000). Esas personas serán resucitadas en el fin del Milenio.

La Revelación de Dios a través de Pablo
En la última parte de este versículo Dios está revelando dos importantes asuntos. Muchos de los que han sido excluidos de la comunión en los últimos (algo más de) 1.900 años serán resucitados en los últimos 100 años. La Iglesia de Dios conoce esta verdad hace varios años, pero los que están dispersos no la conocen. Estos individuos que han sido anteriormente excluidos de la comunión (en los últimos 1.900 años) tendrán la oportunidad de arrepentirse en ese momento (durante los últimos 100 años), cuando podrán ser más fácilmente rescatados.

Durante ese tiempo, los que serán resucitados no tendrán que “vivir por la fe” en la venida del Reino de Dios (como han hecho antes de ser excluidos de la comunión), pero ellos podrán ver literalmente lo que el Reino de Dios habrá estado realizando en la tierra durante 1.000 años. Esas personas no tendrán que “vivir por la fe” en la gran resurrección de la gran mayoría de los seres humanos que han muerto durante los pasados milenios, porque ellas habrán experimentado esto por sí mismas, sabiendo que han estado muertas y que ahora han resucitado a la vida física por segunda vez. Además, no sólo podrán vivir en un mundo lleno de gran paz y prosperidad, sino que también vivirán sin la presencia de Satanás y de los demonios.

Aunque estas personas no han podido ser salvas durante el reinado de Satanás sobre la humanidad (después de primero haber sido llamadas), ellas entonces tendrán una posibilidad mucho mayor para hacerlo. Sin embargo, ni todos los que alguna vez han sido excluidos de la comunión, a lo largo del tiempo, serán resucitados a una segunda vida física. ¡Dios conoce la mente – el verdadero espíritu de cada persona! Algunos ya han elegido de forma permanente que no quieren vivir según los caminos de Dios. Mismo cuando les sea ofrecido el arrepentimiento durante período del Gran Trono Blanco, en los últimos 100 años, ellos no se arrepentirán. Dios conoce a tales personas. Él conoce a los que ya han cometido el pecado imperdonable – los que nunca se arrepentirán, no importando cuándo se les dé la vida.

Hay también algunas personas, que han vivido a lo largo de los últimos 6.000 años, a quienes no se ofrecerá el engendramiento en los últimos 100 años, porque Dios sabe que sus mentes están totalmente establecidas en contra de Él y que ellas no responderán con un verdadero arrepentimiento, aunque Él les ofrezca Su espíritu para transformarlas. De los que han vivido durante los últimos 6.000 años, habiendo sido engendrados o no, hay mentes que están totalmente predispuestas en contra de Dios y que nunca se arrepentirán por su propia y libre voluntad. Del mismo modo que en el reino angelical hubo aquellos que rechazaron los caminos de Dios, muchos de los hombres que han rechazado a Dios no van a cambiar, no importando la magnitud de la gracia que Dios les conceda.

Salvar el Espíritu
Dios está ahora revelando mucho más plenamente lo que Él quiere decir con la afirmación “a fin de que el espíritu sea salvo”. El deseo de Dios es salvar a todos, y ofrecer la salvación a todos; pero “ni todos” podrán o querrán recibir la salvación (si se les ofrece). El deseo de Dios para los que han sido engendrados y luego han sido excluidos de la comunión, es que ellos todavía puedan ser salvos, en un momento diferente que durante el reinado de Satanás.

El “espíritu” del que Dios habla en este versículo no se trata sólo de un espíritu humano. Miles de millones de personas que sólo han experimentado la vida con el espíritu humano que Dios ha dado a toda la humanidad serán resucitadas en el Último Gran Día – en los últimos 100 años de la humanidad. Sin embargo, aquellos que han sido engendrados con el espíritu de Dios en su espíritu humano son más especiales. Ese estado de existencia es mucho más crítico para la creación de Dios de ELOHIM, ya que es en esta fase que hay una especie de embrión espiritual que determina si uno al final nacerá o no en ELOHIM como un ser espiritual. Sin embargo, en esta analogía, el “embrión” espiritual tiene algunas diferencias significativas en comparación con un embrión físico.

Dios está mostrando a través de lo que Él inspiró Pablo a escribir, “a fin de que el espíritu sea salvo”, que Él aquí se refiere al embrión espiritual del “espíritu en el hombre” que ha sido engendrado de Su espíritu santo. Esa “nueva esencia de espíritu” comienza a desarrollarse (a crecer); y al crecer, esto trabaja para transformar (cambiar) la mente (el pensamiento) de la persona que ha sido engendrada. Esa nueva vida que está siendo creada, está siendo desarrollada (moldeada y formada) por Dios a través del poder de Su espíritu santo. Es a esta “nueva esencia de espíritu”, que se asemeja a un embrión espiritual, que Dios quiere salvar.

Esa “nueva esencia de espíritu” que está siendo desarrollada por Dios está creciendo “en” o “dentro” del “espíritu humano” que cada individuo tiene, y que le capacita a pensar, razonar, memorizar, le confiere la individualidad, la creatividad, etc. Sin embargo, esa esencia de espíritu que ha sido engendrada sigue funcionando dentro de un cerebro humano (físico). La mente del hombre se compone tanto de un cerebro físico como de esa esencia de espíritu, que es ese “espíritu humano”.

Dios llevó al Sr. Herbert W. Armstrong a “ver” que el ser humano era diferente del reino animal, porque Dios había dado al hombre una esencia de espíritu (no el espíritu santo de Dios), que conectada al cerebro humano, confiere al hombre la capacidad para pensar, razonar, usar la memoria, planificar, y la capacidad creativa en el plano físico. Por vuelta del año 1972, el Sr. Armstrong publicó un libro titulado El Increíble Potencial Humano, en el que él explica este nuevo entendimiento acerca de ese “espíritu en el hombre”. El reino animal no tiene esta capacidad; los animales han sido simplemente “programados” por Dios con el instinto, un comportamiento específico y único que tiene cada criatura, según la voluntad de Dios y el propósito de cada especie que Él ha creado.

El ser humano fue creado de manera diferente, con la capacidad de pensar, razonar, con la libre elección de una mente individual – “el libre albedrío” – como explicó el Sr. Armstrong. El propósito de Dios es “salvar” al espíritu que ha sido engendrado en el hombre mediante la transformación del ser humano en una “nueva creación”- una nueva esencia de espíritu – que con el tiempo puede ser transformada para estar en completa unidad, conformidad y acuerdo con Dios, por “libre voluntad” y libre elección en la vida – una mente totalmente sometida a Dios y a Su único y verdadero camino de vida.

(Seguiremos con la 9ª parte)