Ronald Weinland

LA VERDADERA COMUNIÓN – 5° PARTE

El Tercer Mandamiento dice: “No tomarás el nombre del SEÑOR, tu Dios (ELOHIM) en vano” (Éxodo 20:7). Este mandamiento es empleado en una manera muy superficial por la mayoría de los que afirman obedecerlo. Muchos en el judaísmo y en el cristianismo tradicional interpretan esto solamente como siendo el uso indebido de los “nombres” de Dios (y de Cristo) para maldecir o insultar en un momento de ira o cuando uno dice palabras altisonantes (improperios, vulgaridades) que incluyen el nombre de Dios.

Este mandamiento es visto a menudo en el estricto contexto del uso inapropiado del nombre, o de los nombres, de Dios, de una manera profana o blasfema. Algunos incluyen en este uso indebido a los eufemismos relativos a los nombres de Dios y de Cristo, considerando como irreverentes expresiones supuestamente derivadas del nombre de Dios o de Cristo.

De hecho, nadie debe utilizar ningún tipo de palabras que ofenden, degradan, insultan o envilecen el nombre de Dios o de Cristo. Pero esto es sólo la obediencia básica a este tercer mandamiento; en realidad, esto es mucho más profundo en su significado, propósito y aplicación (en cómo debe ser vivido).

Desde hace varios años, la iglesia de Dios entiende que el espíritu de este mandamiento se aplica a la forma en que cada miembro del Cuerpo de Cristo vive su vida, ya que cada uno (cada miembro del cuerpo de Cristo) lleva el nombre de Dios en su vida. Después de haber sido bautizado en la Iglesia de Dios, cada uno ha sido engendrado por el espíritu de Dios, en el embrión de ELOHIM, y espera el nacimiento real en ELOHIM. La persona que ha sido engendrada por el espíritu de Dios, es ahora la morada permanente de Dios y de Cristo, por el poder del espíritu de Dios que vive en ella; y no debe ser cortada (de esa vida) por no arrepentirse de sus pecados. De hecho, cada uno debe llevar el nombre de Dios y dejar que Dios habite en su vida. Cuando una persona peca, siendo miembro de la Iglesia de Dios y del Cuerpo de Cristo, ella toma el nombre de Dios en vano.

Pero todavía hay más cosas que debemos entender de este mandamiento. Para comprender esto más profundamente, es necesario mirar más de cerca las definiciones y el uso de algunas de las palabras en las Escrituras.

Cuando se dice, “No tomarás”, la palabra traducida al español como “tomar” es mucho más significativa en hebreo. Literalmente significa “alzar” en una gran variedad de aplicaciones, y a menudo se traduce en español como “sostener, levantar, y alzar”. Hay un versículo en Éxodo que ayuda a ampliar el significado de este tercer mandamiento. La traducción de esta misma palabra hebrea se usa aquí como “divulgar”.

“No divulgues rumores falsos (algo que uno habla, que uno afirma, que uno expresa), ni apoyes (juntarse con) al malvado dando un falso testimonio.” (Éxodo 23:1).

Eso nos lleva de vuelta al principio espiritual de no cometer idolatría, “alzando” algo que no es cierto, que es falso, en nuestra forma de hablar (o acciones). Este versículo es específico porque se aplica a lo que hablamos, y también se aplica espiritualmente a nuestras acciones. Nuestras palabras y acciones siempre deben ser verdaderas (justas); sobre todo cuando se trata de la verdad de Dios. Siempre debemos estar viviendo en unidad con Dios, en nuestras palabras y acciones. Esto también es cierto en lo que concierne al tercer mandamiento y en lo que este mandamiento en realidad ordena.

La palabra “nombre” en este tercer mandamiento (“No tomarás el nombre del SEÑOR…”), en hebreo, lleva consigo la idea (el significado, el pensamiento) del honor, del carácter, de la autoridad, la notoriedad, y/o la descripción de la persona que está siendo mencionada. Cuando se habla de Dios, esto es muy afín al uso de una palabra en griego (traducida como “virtudes”) que se utiliza para describir cómo una persona en la Iglesia de Dios debería vivir su vida.

“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido, para que anunciéis (por la forma en que uno vive y habla) las virtudes (del griego – la integridad, el carácter, la excelencia moral) de Aquel (Dios) que os ha llamado de las tinieblas á Su luz.” (1 Pedro 2:9).

Hablar o vivir de cualquier otra manera, diferente a esto, es desobedecer el tercer mandamiento, ya que esto sería “tomar” (alzar, levantar, llevar) de una manera distinta (por lo que uno habla o por sus acciones) a la que hemos de resguardar y llevar en nuestras vidas, como miembros unidos (en comunión) en el nombre de Dios – la Iglesia de Dios.

La palabra “vano” en este tercer mandamiento es también muy interesante, porque la palabra en hebreo aquí usada significa mucho más que esta simple traducción al español. Esta palabra viene de otra palabra hebrea que significa “devastación, desolación, y destrucción”. Esta palabra específica en hebreo, que viene de estas palabras que se refieren al acto de la destrucción, se utiliza en el sentido de algo que es “desolador”, de algo que es destructivo. En el contexto, esto conlleva el sentido espiritual de una motivación falsa y destructiva, donde una cosa se destruye para alzar a otra. Esto se utiliza tanto para cosas como para personas. Un buen ejemplo del empleo de esta palabra ya ha sido citado antes, cuando hemos hablado de la palabra “tomar” en este mandamiento. Este versículo, que ya hemos citado antes, es en realidad una ampliación del tercer mandamiento, y ayuda a abrir la puerta a la comprensión espiritual del mismo.

“No divulgues (del hebreo – sostener, levantar, alzar), rumores (algo que uno habla, dice, expresa, o incluso vive) falsos (del hebreo – vano, en el sentido de destructivo), ni apoyes (juntarse con, tener comunión con) al malvado (los que van en contra de los caminos de Dios) dando un falso testimonio (mediante lo que uno hace, las acciones que atestiguan cómo uno vive en realidad).” (Éxodo 23:1).

Somos ordenados no tomar ( llevar, sostener, levantar) el nombre (el carácter, la identidad, la reputación, o incluso la verdad, la palabra y la forma en que se describe a Dios) del SEÑOR nuestro Dios en vano (de una manera falsa, de una manera destructiva; algo que es en realidad en contra de todo lo que es la verdad).

Aquellos que elijen desobedecer a Dios y tener comunión con aquellos que han sido excluidos de la Iglesia, han elegido llevar un mensaje falso (una afirmación tácita o abiertamente expresada transmitida por acciones que están en conflicto/desacuerdo con la verdad). Este mensaje afirma que ellos pueden decidir por sí mismos con quien pueden o no tener comunión; y que ni siquiera Dios les puede decir lo contrario. Ellos toman (levantan, alzan, llevan) el nombre de Dios (Su camino, Su reputación, Su verdad, Su palabra, Su carácter ) en vano (de una manera falsa y destructiva en lo tocante a la verdad, ya que se dedican a derribar lo que es justo, en la manera en la que la verdadera comunión debe ser vivida).

El Cuarto Mandamiento
“Acordarte has del Sabbat, para santificarlo (consagrar – separar para uso y propósito sagrados). Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; pero el séptimo día (domingo es el primer día de la semana) será el Sabbat del SEÑOR (YAHWEH) tu Dios (ELOHIM): no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo el SEÑOR (YAHWEH) los cielos y la tierra, la mar y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día: por tanto el SEÑOR bendijo el Sabbat y lo santificó (lo separó para uso y propósito sagrados).” (Éxodo 20:8-11).

Al igual que con todos los mandamientos, la mayoría de las personas que los profesan sólo los ven en el más estricto sentido físico, y no alcanzan entender su verdadero significado espiritual, su intención y su propósito. Dios apartó un día específico, que debe ser santificado por los que observan ese día, ya que ellos deben elegir separar ese día para el uso y el propósito sagrados que Dios ordena. El séptimo día es el Sabbat semanal, que Dios ordena a toda la humanidad que observe perpetuamente. Dios estableció ese día como una señal (Éxodo 31:13-17) entre Él y Su pueblo (una señal de identificación para el Israel físico, y ahora para el Israel espiritual – la Iglesia). Es un recuerdo constante para el pueblo de Dios de que Él es el Todopoderoso Dios, Creador de todas las cosas. Es un día para ser honrado; un día diferente de los demás, ya que es un día que separamos para honrar a Dios, honrar a Su plan, y Su propósito.

Dejar de trabajar, dejar de hacer lo que uno normalmente hace en los otros seis días de la semana, es parte de ese honrar y de esa celebración. Esto incluye nuestro trabajo (ya sea por cuenta propia o por cuenta ajena), y también cualquier otra labor personal, como hacer la colada, limpiar la casa, trabajar en el jardín, arreglar cosas en la casa, etc.; cosas que uno puede hacer en los otros días de la semana. A veces es difícil para la mente humana carnal entender estos principios simples sobre la adecuada observancia del Sabbat, porque nuestra mente es, ante todo, de naturaleza física. Por lo tanto, a menudo hay confusión sobre cómo mantener esta ley en sus aspectos físicos, como por ejemplo la necesidad diaria de alimentos y la preparación de los mismos. Dios no prohíbe a uno cocinar, lavar los platos o cumplir con las tareas que son necesarias en la vida diaria de uno, como la limpieza, la higiene y el cuidado personal.

Algunas de las tareas básicas que uno haría en el Sabbat, como por ejemplo hornear algo, hacer la compra, u otras tareas que requieren más labor y tiempo de lo normal, pueden hacerse antes. Por eso el viernes (el sexto día de la semana ) es también llamado de “día de la preparación”. Un día en el que uno debe llevar a cabo este tipo de tareas que requieren más tiempo y labor que de costumbre (como en la preparación de determinados alimentos); un día en que uno hace las cosas en preparación para el Sabbat.

Este es un área el la que una persona puede seguir luchando con estas cosas (la falta de equilibrio en ello), por muchos años; mientras uno es guiado, moldeado, aprendiendo a tener un mejor equilibrio, el buen juicio, y la comprensión de cómo abordar más adecuadamente y vivir estas cuestiones en su vida. Es bueno a veces revisar lo que hacemos en el Sabbat y examinar si estamos siendo negligentes en cosas en las cuales no lo deberíamos ser.

Sin embargo, las cosas mencionadas hasta ahora son muy básicas; tan básicas como la comprensión que muchos tienen de los otros mandamientos, como ya hemos hablado. Estas cuestiones elementales son necesarias para entender la apropiada observancia, pero son en gran parte de naturaleza física; como una “lista de lo que uno debe o no debe” hacer en el Sabbat. Estas cosas deben ser realmente abordadas y correctamente establecidas como parte de la observancia del Sabbat. Sin embargo, el propósito y la intención del Sabbat es mucho más grande en su importancia y en su observancia, porque eso es lo que llega al corazón y al núcleo de ese mandamiento – la verdadera necesidad espiritual y propósito del Sabbat.

Los primeros cuatro mandamientos están vinculados de una forma muy poderosa. Ellos revelan cómo podemos crecer en nuestra relación con Dios (y con Su Hijo, Jesús Cristo); cómo podemos llegar a desear amarle con todo nuestro corazón, con toda nuestra vida, y con toda nuestra mente. ¡Deseando que Dios sea verdaderamente lo primero en nuestra vida! Dios revela que Él es nuestra Familia, ELOHIM. Él nos llama a (formar parte de) Su familia para que podamos llegar a estar unidos en ella – en la verdadera comunión.

Los Sabbats de Dios (los semanales y los anuales) son los “tiempos” que Dios separa, y en los que Él nos llama a reunirnos con Él, para que Él pueda seguir edificando la relación con nosotros; mientras Él nos instruye y trabaja con nosotros para transformarnos en ELOHIM. En Sus Sabbats Él derrama más de Su poder (Su espíritu) para enseñarnos, guiarnos, corregirnos, inspirarnos, y comunicar a nosotros Sus caminos. Es el tiempo que Él ha separado para tener una comunión más directa con nosotros, a través de Su palabra, que Él nos da en esas ocasiones. En Sus Sabbats Él comparte (comunica, inspira Su palabra a nosotros, tiene comunión con nosotros) mucho más con nosotros que en otras ocasiones; y además nos da la bendición de poder tener comunión espiritual con otros a quienes Él ha llamado (en aquellos lugares donde las personas que han sido llamadas se reúnen).

Al hablar de este mandamiento específico, y para aquellos que son más nuevos, sería bueno mencionar también algunas de las cosas interesantes que Dios ha dicho acerca de Sus Sabbats, en el libro de Levítico. Dios ha enfatizado mucho el hecho de que Él ha establecido y señalado estos momentos específicos, semanales y anuales, en los que Su pueblo debe reunirse con Él. Mientras citamos estos versículos, vamos a explicar entre paréntesis el real significado en hebreo de algunas palabras que han sido mal traducidas.

“Habla con los hijos de Israel y diles que deben proclamar mis fiestas solemnes (en hebreo – tiempos señalados – esta no es la palabra en hebreo para fiesta) como santas (consagradas – separadas para uso y propósito sagrados) convocaciones en mi honor. Éstas son mis fiestas, (en hebreo – tiempos señalados): Seis días trabajarán, pero el séptimo día será Sabbat de reposo, una santa convocación. No harán ningún trabajo. Dondequiera que ustedes vivan será el Sabbat en honor del SEÑOR. Las fiestas solemnes (en hebreo – tiempos señalados) en mi honor, las convocaciones santas que ustedes celebrarán en las fechas señaladas, son las siguientes: El día catorce del mes primero, en la tarde (al comienzo del 14º día, después de la puesta del sol en el 13º día), será el Pésaj del SEÑOR. Y el día quince (después de la puesta del sol del 14º día, a partir del comienzo del 15º día) del mismo mes será la Fiesta solemne (esta es la palabra en hebreo para fiesta) de los Panes sin Levadura en honor del SEÑOR (YAHWEH). Siete días comerán panes sin levadura.” (Levítico 23:2-6).

Estos versículos siguen, enumerando el resto de los Sabbats anuales que Dios nos ordena, junto con el Sabbat semanal, que hemos mencionado anteriormente. Estos son tiempos señalados por Dios, que hemos de observar en estos momentos específicos (santas convocaciones) que Él ha reservado para uso y propósito sagrados.

El Sabbat semanal es una celebración del propósito de Dios de crear ELOHIM (la vida espiritual que eternamente en la Familia de Dios) a través de seres humanos físicos, que pueden venir a ser engendrados por el espíritu de Dios. Cuando uno es engendrado del espíritu de Dios, uno entra en un estado semejante a un embrión espiritual – es un ser engendrado que crece dentro de la Iglesia, pero que aún no ha nacido en ELOHIM como un ser plenamente espiritual en su esencia y composición. Los Sabbats anuales engrandecen y explican las etapas y el desarrollo de todo el plan de 7.100 años de Dios, a través del cual el ser humano tiene el potencial de entrar a formar parte de ELOHIM.

Estos primeros cuatro mandamientos magnifican poderosamente el gran deseo de Dios (Su voluntad), Su trazado, Su plan, y el propósito que Él tiene en crear y cultivar “una verdadera comunión” con los que son llamados a ser parte de Su Familia Divina. Una mejor comprensión de estos mandamientos también evidencia y agranda lo abominable que son el espíritu, la actitud y las acciones que llevan a uno a ser excluido de la comunión con Dios, con Su Familia, a ser expulsado de Su presencia. Ser separado de Dios a causa del pecado es lo que le sucedió a Satanás y a los demonios en la familia angelical de Dios; y es también lo que les pasó a los dos primeros seres humanos, Adán y Eva. Cuando a uno ha sido ofrecida una comunión verdadera y profunda con el Dios Todopoderoso y Auto-existente para toda la eternidad, es realmente algo muy abominable “volverse en contra de esto y dar la espalda” a la oferta de Dios de convertirse en una parte de Su Familia y rechazar Su amor, que Él extiende a aquellos a quien Él llama.

La única razón para que alguien sea separado de Dios, de Su presencia y de Su Familia, es el pecado sin arrepentimiento; cuando uno “alza” a sus propias ideas y caminos por encima de lo que Dios ha revelado como Su único y verdadero camino de vida. Dios instruye claramente a Su pueblo a no tener comunión (espiritual) con aquellos que han sido excluidos de la comunión de Iglesia. Pero a veces las personas tienen familiares (familia inmediata o muy cercana) que han sido excluidos de la comunión en la Iglesia. Y esto ocasionalmente causa malentendidos cuando se trata de cómo aplicar la instrucción de Dios en lo que se refiere a esas personas que han sido excluidas de la comunión en la Iglesia de Dios. Me gustaría abordar este tema específico en la próxima entrada.

Así que, cuando alguien decide tener comunión con aquellos que han sido excluidos de la Iglesia, esta persona peca contra Dios y contra Su instrucción sobre esto. Cuando una persona comete tal pecado (y no se arrepiente), y entonces se reúne en comunión en el Sabbat con el fin de “aparentemente” continuar “en” la Iglesia, algo que juzga que está bien, esta persona trae su pecado al Templo de Dios y profana el Templo y la verdadera comunión que hay en la Iglesia.

Ya hemos mencionado antes la historia en 1 Corintios, sobre un hombre del que Pablo dijo que él debería ser expulsado de la Iglesia. Ahora sería bueno mirar más del contexto de lo que Pablo estaba hablando a los Corintios. Pablo estaba dándoles instrucción y corrección sobre cómo observar la Fiesta de los Panes sin Levadura y el Pésaj.

Él les dio instrucciones para la preparación para el Pésaj, diciendo: “La copa de bendición por la cual damos gracias (del vino que se toma en el Pésaj), ¿no es la comunión (del griego – el compartir) de la sangre de Cristo? Y el pan que partimos (ser sin levadura, limpios de pecados), ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Hay un solo pan (la palabra – el pan de la vida, sin levadura, que viene de Dios a través de Jesús Cristo) del cual todos participamos (compartimos); por eso, aunque somos muchos, conformamos un solo cuerpo (el Cuerpo de Cristo – la Iglesia).” ( 1 Corintios 10:16-17).

Pablo añadió más a esto, diciendo: “Ustedes no pueden beber de la copa del SEÑOR, y también de la copa de los demonios; no pueden participar de la mesa del SEÑOR, y también de la mesa de los demonios”. (1 Corintios 10:21).

Es fundamental para nosotros saber que el momento más importante en nuestra vida es cuando somos alimentados espiritualmente en la “mesa del SEÑOR”, es cuando Dios nos da el alimento espiritual y podemos comer y beber de ello en los Sabbats. También es imprescindible entender que nadie puede pretender vivir espiritualmente (en una verdadera relación espiritual con Dios, tener a Dios habitando en uno) si también elige alimentarse de la mesa de los demonios (de los caminos que son contrarios al camino de Dios). Los dos no se mezclan y son totalmente opuestos entre sí. Sin embargo, la mente humana puede engañar a sí misma, en la creencia de que uno puede tener ambas cosas. A través de la exclusión de personas de la comunión en Iglesia de Dios, Él nos revela que el pecado no debe ser traído para el seno de la iglesia, ya que esto puede extenderse y contaminar a otros que han sido llamados a Su Familia.

“No está bien que ustedes se jacten. ¿No saben que un poco de levadura (pecado) hace fermentar toda la masa? Límpiense de la vieja levadura, para que sean una nueva masa, sin levadura (mismo que hayan desechado toda levadura física, en preparación para la Fiesta de los Panes sin Levadura), como en realidad lo son. Nuestro Pésaj, que es Cristo, ya ha sido sacrificado por nosotros (para redimirnos del pecado). Así que celebremos la fiesta (de los Panes sin Levadura), pero no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad.”(1 Corintios 5:6-8).

El pecado puede extenderse rápidamente en la vida de uno, y también en la Iglesia. Es en el contexto de la comunión dentro de la Iglesia, en el Templo de Dios, que Pablo aclara el punto de que no se puede mezclar (unir) cualquier otra forma de vida (el pecado) con el camino de vida de Dios, ya sea de forma individual, en la relación espiritual de uno con Dios, o conjuntamente, en el Templo de Dios – la Iglesia.

“No se unan con los incrédulos (ya sea en la Iglesia, con aquellos que comienzan a traer el pecado, o individualmente en nuestra vida, en nuestra forma de vivir, en el mundo que nos rodea) en un yugo desigual. Pues ¿qué tiene en común la justicia con la injusticia? ¿O qué relación puede haber entre la luz y las tinieblas? ¿Y qué concordia tiene Cristo con Belial? ¿O qué tiene en común (en la forma de vivir la vida) el creyente con el incrédulo (uno que se opone a los caminos de Dios)? ¿Y qué acuerdo puede haber entre el Templo de Dios y los ídolos? ¡Ustedes son el Templo del Dios viviente! Ya Dios lo ha dicho: Habitaré y andaré entre ellos, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Por lo tanto, el SEÑOR dice: Salgan de en medio de ellos (de su forma de vivir), y apártense; y no toquen lo inmundo (mantenga el pecado fuera de su vida y no mescle ninguno de estos caminos con el verdadero camino de vida de Dios); y yo los recibiré. Y seré un Padre para ustedes, y ustedes serán mis hijos y mis hijas. Lo ha dicho el SEÑOR Todopoderoso.” (2 Corintios 6:14-18) .

Así que, si alguien decide por sí mismo seguir teniendo comunión con los que han sido excluidos de la Iglesia, y luego trae ese espíritu (esa actitud) desafiante, desobediente y lleno de orgullo para el entorno de la Iglesia de Dios, haciendo alarde de ello en el Sabbat, como si se justificase por hacerlo; entonces sus acciones trabajan para destruir lo que Dios está construyendo. De hecho, tratar de llevar el pecado al Templo de Dios – a la Iglesia de Dios, es un pecado gravísimo.

“¿No saben que ustedes que son el Templo de Dios, y que el espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye (intenta derribar) el Templo de Dios, Dios lo destruirá a él (le excluirá de toda comunión, y si uno no se arrepiente eso le llevará a la muerte), porque el Templo de Dios es santo (separado para uso y propósito sagrados), y ustedes son ese Templo.” ( 1 Corintios 3:16-17) .

(Seguiremos con la 6° parte.)